El último dato de la inflación de la economía de Bolivia reflejada en su Índice de Precios al Consumidor (IPC) a mayo fue de 0,63%, siendo el más elevado a lo que va del año. Además, la inflación acumulada en estos cinco primeros meses del año 2024, preocupa, puesto que se alcanzó el 92% de toda la inflación registrada en 2023, que fue del 2,12%. Ya logramos más del 50% de la meta inflacionaria del gobierno nacional para este 2024, de 3,6%. Otro dato, tomando en cuenta los datos del IPC a mayor de cada gestión, tanto mensual, interanual y acumulado, desde 2018 hasta la fecha, mayo de 2024 es el más elevado en estos últimos siete años en todos esos indicadores. Se observa un proceso sostenido, continuo y acelerado de elevación de precios, lo que sin dudas afecta al comportamiento del consumidor nacional, reduciendo su poder adquisitivo y generando expectativas negativas sobre su economía.
Cuando ocurre la anteriormente explicado, los compradores/consumidores experimentan una pérdida en su poder adquisitivo, es decir sus ingresos (dinero) alcanzan para comprar menos productos o adquirir menos servicios. Por ejemplo, hay varios productos de la canasta básica familiar que han subido considerablemente, sobre todo el tomate, arroz, entre otros, lo cual ha modificado inclusive la gastronomía familiar y comercial en el país.
Cuando suben los precios, el consumidor modifica su comportamiento de compra haciendo una priorización en sus gastos, dejando a un lado artículos de belleza, lujo, entretenimiento y otros, dando más importancia a los de alimentación y salud, claro, eso dependerá mucho de las elasticidades de sus ingresos, las cuales son mayores en las familias y hogares de clase media a alta económicamente hablando.
Se estima, que, en los últimos 6 meses, el poder adquisitivo de los bolivianos se deprimió en promedio un 20 a 30% por la subida de precios, debido principalmente por la escasez de dólares. Si bien el alza de algunos productos es temporal (por inundaciones, sequías, heladas), de otros la tendencia será a mantenerse o a subir a medida que no haya divisas para importar y/o estas sean más caras en el mercado informal.
Lo cierto es que este nuevo proceso inflacionario está afectando el comportamiento de los consumidores del país, sobre todo de aquellos de “bajos ingresos”. Igualmente, este influyendo en las perspectivas y expectativas de los mismos, que pueden impulsar a compras masivas, irracionales y compulsivas, generando escasez e inflación. El solo hecho de pensar que se devalúe la moneda local o que las cosas sigan subiendo de precio, factores económicos, políticos, sociales, otros, impulsa a este fenómeno.
La industria nacional no es ajena a la inflación
Al haber escasez de dólares, esto limita la competitividad de la industria nacional, ya que encarece sus costos de producción, comercialización y venta de sus bienes o servicios, porque debe importar materias primas, insumos, bienes tecnológicos, de capital y otros a un mayor precio debido a que la divisa americana tiene un precio que supera los Bs 8,30 en el mercado paralelo o informal, con una tendencia al alza. Si a esto se le suma las comisiones por transferencias bancarias, y otros gastos en dólares, esto les añade mayor peso financiero a las empresas lo cual le resta competitividad debido a que sus precios suben paulatinamente.
Esto hizo que varias industrias, empresas, emprendimientos y unidades productivas en el país transfieran estos costos al consumidor final en forma de precios más elevados de sus productos o servicios. Esto quita competitividad, ya que el consumidor, al tener una mayor carencia en su capacidad de compra, por la devaluación de la moneda por inflación, hace que busque artículos de menor precio, sobre todo de contrabando, lo cuales son muy consumidos por ese factor y porque los precios de productos nacionales son más elevados.
La adaptación de la industria nacional es relativa, la mayoría está subiendo poco a poco sus precios de venta al público, a pesar que a algunas le quitará competitividad, pero a otras, como en el caso de los medicamentos, la población se adapta por temas de salud. Otras industrias nacionales, buscan mantener sus precios anteriores, aunque esto les suponga menor utilidad y un fuerte reajuste a sus finanzas, con tal de no perder mercado ni clientes; sin embargo, es un elástico que cualquier momento se puede romper, sobre todo por la influencia del comercio informal y el gran peso que tiene el contrabando en nuestra economía.
Aquí es clave el marketing publicitario, sobre todo en RRSS, para mantener o captar más clientes, a pesar de un incremento en los precios de sus productos, más allá si son producidos en el país o son importados para su comercialización. Si sigue esta tendencia inflacionaria, no sólo se afectará el comportamiento del consumidor, sino que también puede conllevar a una afectación a la industria nacional, por menores ventas y mayores costos, apuntando a una caída de la productividad y empleo en el país.
Reducir la inflación, una tarea de todos
La inflación no es mala ni buena, todo depende de cómo se encuentre nuestra economía, tanto su sector público, privado, sus empresas, las familias, Bolivia en sí. Si consideramos que nuestra economía según el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no crecerá más del 1,6% este 2024, con una posibilidad de entrar en un proceso recesivo, sumarle a esto una mayor inflación, no es bueno.
Es por esto que es prioritario que el gobierno nacional, en coordinación con los gobiernos subnacionales y el sector privado establezcan medidas o acciones que permitan aliviar la escasez de dólares, reducir el tipo de cambio informal y desinflen la presión inflacionaria, que si bien afecta a la industria nacional lo hace principalmente a las familias bolivianas, contrayendo su poder adquisitivo, lo cual genera incertidumbre y las bases para un conflicto social mayor.