Las inmunoglobulinas, proteínas que protegen al organismo, también serían responsables de acelerar el deterioro de los órganos y tejidos, según un reciente estudio publicado en Cell. Los detalles del trabajo realizado en modelos animales y qué impacto puede tener en la ciencia del antiage.
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La longevidad fascina a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, los detalles sobre el cómo y por qué envejece el cuerpo son interrogantes que aún se presentan como un desafío para la ciencia. En esta búsqueda, un equipo de científicos descubrió algo inesperado: las inmunoglobulinas, proteínas encargadas de proteger al organismo, también actúan como agentes de desgaste en el proceso de envejecimiento. Este hallazgo sugiere que el propio sistema inmune oculta las claves de este proceso y, quizá algún día, permita detener su avance.
Realizado por investigadores de la Academia China de Ciencias y BGI Research y publicado en Cell bajo el título de “Geografía Gerontológica (GG)”, este avance ofrece un mapa celular del envejecimiento en diferentes órganos. A través de un análisis exhaustivo en modelos animales, el equipo científico trazó patrones específicos de desorden estructural y pérdida de identidad celular en los tejidos, con lo cual evidenció cómo el envejecimiento no se limita a la acumulación de células desgastadas.
“Este panorama es un avance significativo que señala los epicentros del envejecimiento en múltiples órganos y revela la acumulación de inmunoglobulinas como una característica clave del envejecimiento y su impulso”, declaró el profesor LIU Guanghui, uno de los autores principales del estudio, en un comunicado de prensa. Asimismo, en el trabajo los científicos también identificaron las áreas donde el cuerpo se vuelve más vulnerable con el paso de los años, un aspecto que les brindó una vía distinta para frenar el desgaste: lograr controlar la acumulación de IgG —un tipo específico de inmunoglobulina— para, posiblemente, extender la vida útil de los órganos y ralentizar el proceso de envejecimiento.
Las inmunoglobulinas y su doble rol en el mapeo celular en el envejecimiento
Con el descubrimiento de que las inmunoglobulinas —proteínas esenciales del sistema inmune— no solo defienden al organismo, sino que también pueden contribuir al deterioro de los tejidos con el tiempo, los investigadores realizaron un mapa detallado del envejecimiento en nueve órganos en modelos animales, en este caso ratones, el cual permite observar cómo el paso de los años afecta la organización y función celular en distintos tipos de tejido.
Mediante una técnica avanzada llamada transcriptómica espacial, que identifica la actividad y ubicación exacta de cada célula en un órgano, los científicos analizaron más de 70 tipos celulares en millones de puntos espaciales en tejidos envejecidos. Este mapeo celular detallado generó una visión sin precedentes del envejecimiento, donde los investigadores observaron patrones comunes: una suerte de desorden estructural de los tejidos y pérdida de identidad celular, que caracterizan la degeneración progresiva de los tejidos. Esta pérdida contribuye al deterioro del organismo y refleja la disminución de funciones en distintos órganos a medida que avanzan los años.
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Además, los científicos identificaron áreas específicas en los tejidos, denominadas puntos sensibles a la senescencia (SSS), donde el envejecimiento se manifiesta de forma más pronunciada. En los SSS, el tejido muestra una mayor pérdida de estabilidad y organización, volviéndose especialmente vulnerable a los efectos del envejecimiento. “Este avance revela la acumulación de inmunoglobulinas como una característica clave del envejecimiento y su impulso”, explicó el profesor LIU Guanghui. Al tiempo que resaltó cómo la acumulación de ciertas proteínas inmunes afecta las áreas vulnerables del cuerpo y acelera el deterioro.
Dentro del grupo de las inmunoglobulinas, la inmunoglobulina G (IgG) emerge como un factor crucial al acumularse en áreas específicas de diversos tejidos, conocidas como puntos sensibles a la senescencia (SSS). Esta acumulación desencadena una reacción inflamatoria en células inmunes como los macrófagos y la microglia, las cuales, al exponerse a altos niveles de IgG, liberan sustancias inflamatorias que, en lugar de proteger al organismo, aceleran el deterioro de los tejidos.
Este estado inflamatorio lleva a las células a una senescencia celular, donde pierden su capacidad de renovarse y funcionar de manera adecuada, contribuyendo así a la degradación de los tejidos y acelerando el envejecimiento de todo el organismo. Es por este motivo que los investigadores describen esta acumulación de IgG como una “espada de doble filo”, ya que, si bien combate infecciones, también induce directamente el envejecimiento en los macrófagos y la microglia de humanos y ratones, causando daños en los órganos.
Para confirmar este efecto, el equipo inyectó IgG en ratones jóvenes y observó signos de envejecimiento en múltiples tejidos y órganos, lo cual validó el papel de esta inmunoglobulina en el proceso de deterioro celular. Estos resultados revelan que su acumulación en los SSS influye directamente en la aceleración del envejecimiento, afectando las áreas más susceptibles del organismo.Asimismo, el análisis a través de la Geografía Gerontológica y el método de entropía de estructura organizacional (OSE) permitió medir la pérdida de organización interna en los tejidos envejecidos. Esta técnica mostró que, con el paso de los años, los tejidos pierden estabilidad y coordinación celular, factores esenciales para la función saludable de los órganos. La entropía o desorden estructural identificada en los SSS sugiere que el envejecimiento tiene un impacto estructural profundo, que va más allá de la simple pérdida de células, y se relaciona con la disminución de la funcionalidad en los órganos afectados.
Estrategias de intervención y su impacto en la medicina antienvejecimiento.
Uno de los aspectos más prometedores de este estudio es la estrategia experimental que los científicos desarrollaron para intervenir en el proceso de envejecimiento a través del control de la inmunoglobulina G (IgG). Al observar cómo su acumulación en los tejidos acelera el deterioro celular, el equipo aplicó una técnica con oligonucleótidos antisentido (ASO), moléculas diseñadas para reducir los niveles de IgG en los tejidos de ratones.
Los oligonucleótidos antisentido se adhieren a secuencias específicas de ARN en las células, inhibiendo la producción de proteínas como la IgG y, en este caso, limitando su impacto negativo en las zonas vulnerables de los órganos. Los experimentos realizados con esta sustancia arrojaron resultados alentadores: al disminuir la IgG en los tejidos, los investigadores lograron ralentizar el proceso de envejecimiento en varios órganos clave, mientras que, en paralelo, observaron mejoras en la estabilidad y función celular en órganos como el hígado, los riñones y el cerebro.
Según los investigadores, esta intervención redujo el contenido de IgG en los tejidos de los ratones, lo cual retrasó el envejecimiento de múltiples órganos, lo que sugiere que una regulación de la IgG podría convertirse en una vía viable para preservar la salud de los órganos a lo largo de la vida. Los científicos destacaron que esta es la primera vez que se identifica un método de intervención de este tipo, con resultados que podrían transformar el enfoque de la medicina antienvejecimiento.
Con este avance, existen nuevos aspectos que podrían colaborar con el control del envejecimiento a través de la intervención en los niveles de IgG, ya que al enfocarse en los puntos sensibles a la senescencia (SSS) y reducir la acumulación de IgG en esas zonas, esta técnica podría aplicarse en el desarrollo de tratamientos destinados a retrasar enfermedades asociadas a la edad, como el Alzheimer y la artritis, en las que la inflamación y la pérdida de organización celular son factores críticos.
Los resultados de este estudio presentan a la IgG como un posible objetivo terapéutico, con el potencial de prevenir o ralentizar el deterioro en tejidos clave, lo cual representa una estrategia que no solo mejora la calidad de vida, sino que podría ampliar la longevidad de los órganos, ya que podría aplicarse a la medicina antienvejecimiento de la mano de mayores estudios científicos.