El portero valencianista Giorgi Mamardashvili se vistió hoy de héroe en la tanda de penaltis ante Grecia y clasificó a la selección de Georgia para su primera Eurocopa tras un partido que terminó sin goles tras 120 minutos de juego.
Los georgianos, dirigidos por el francés Willy Sangol, hicieron historia ya que desde la independencia de la Unión Soviética en 1991 nunca habían disputado un torneo de naciones.
Mamardashvili detuvo el segundo penalti de la tanda, que fue lanzado por Bakasetas. Después, Mikautadze dispararía fuera el tercer penalti de los georgianos, pero Giakoumakis hizo lo mismo con el cuarto.
El centrocampista del Lech Poznan, Nika Kvekveskiri, marcó el penalti decisivo y desató el júbilo entre los 55.000 espectadores que asistieron al partido en el estadio Dinamo Arena de Tiflis.
El equipo heleno, dirigido por el uruguayo Gustavo Poyet, mereció más, ya que controló el esférico, aunque le faltó ambición y más dinamita en ataque.
Grecia, que ganó sorprendentemente la Eurocopa hace 20 años, no disputa ese torneo desde 2012, a lo que hay que sumar que se perdió los últimos dos Mundiales.
Los helenos, que hicieron valer su mayor experiencia, se centraron desde el primer minuto en marcar con dureza a la estrella del Nápoles, Khvicha Kvaratskhelia, que se había perdido la victoria ante Luxemburgo (2-0) por acumulación de tarjetas.
Los griegos pidieron penalti a los 36 minutos, pero el árbitro no consideró que hubiera contacto en un balón dividido.
La mejor ocasión del primer tiempo la tuvo al filo del descanso en sus botas Chakvetadze de lanzamiento de falta directa, ya que el balón fue despejado con la yema de los dedos por el griego Vlachodimos cuando se colaba.
De esta forma, los dos equipos se fueron al descanso con empate sin goles y todo por decidir en la segunda parte.
El árbitro, el polaco Szymon Marciniak, que dirigió la final del pasado Mundial de Catar, solucionó una tangana que estalló cuando los jugadores se dirigían al túnel de vestuarios con dos tarjetas rojas para jugadores del banquillo.
Ambas selecciones saltaron al campo en la segunda parte sin cambios, aunque Poyet decidió mover la coctelera al cuarto de hora, introduciendo a Rota y Konstantelias.
Grecia dominaba el balón a placer, aunque sin crear grandes ocasiones de gol ante el valencianista Mamardashvili. Mientras, los georgianos apostaban claramente por el contraataque.
A falta de quince minutos para el final, Sagnol perdió la paciencia y reemplazó al héroe del partido ante Luxemburgo, Zivzivadze, por el delantero del Metz, Mikautadze, en busca de un milagro.
Los 90 minutos acabaron sin goles y los equipos se vieron condenados a una infernal prórroga, en la que única ventaja local era que los griegos sumaban ya cinco tarjetas amarillas.
Shengelia se fue lesionado justo antes del pitido final, mientras Poyet mandó al banquillo a Ioannidis, que no estuvo acertado de cara a gol. Las mejores ocasiones se vieron en la prórroga.
Kvaratskhelia pareció querer asumir tímidamente el mando del partido en la prórroga, pero fueron los griegos los que estuvieron más cerca de marcar.
Por suerte, Mamardashvili despejó de manera espectacular un disparo envenenado de Bakasetas y después vio como el cabezazo de Mavropanos a la salida de un córner era escupido por el larguero.
Los georgianos también pudieron marcar en un rápido contraataque en el minuto 105, pero el disparo de Davitashvili fue salvado en el último momento por un gran Vlachodimos.
A falta de diez minutos para el final, Kvaratskhelia dijo basta y tuvo que ser sustituido con problemas musculares, pero los locales no se rendían.
Vlachodimos tuvo que salvar de nuevo a su equipo ante Tsitaishvili tras una jugada espectacular del interior del Dinamo Batumi.
Los penaltis decidirían quién se llevaría el billete para Alemania. Los once metros sonrieron a los georgianos (4-2).
El partido fue visto por decenas de miles de aficionados georgianos en las pantallas gigantes que las autoridades instalaron en las principales ciudades del país caucásico.