El fallecimiento del futbolista colombiano Guillermo Beltrán, que sufrió un desvanecimiento mientras entrenaba en Real Santa Cruz y no pudo ser reanimado, dejó nuevamente al descubierto las precarias condiciones en las que trabajan algunos clubes, que pese a pertenecer a la División Profesional, no se manejan como un equipo profesional.
La página oficial de la FIFA, en el apartado que aborda los aspectos médicos, señala: “Debe haber un desfibrilador automático en todos los terrenos de juego, incluidos los campos de entrenamiento”.
Aunque existen varias versiones sobre cómo sucedieron los hechos el viernes, una fuente muy cercana al plantel de Real Santa Cruz aseguró a Los Tiempos que, si bien no pudo constatar que el médico de campo del club no estaba en el lugar, verificó que quien brindó los primeros auxilios e intentó reanimar a Beltrán fue uno de los fisioterapeutas. Es decir que quien atendió al jugador no fue precisamente un médico o paramédico, como manda el protocolo en este tipo de situaciones y exige FIFA.
Sumado a ello, fue evidente que en el entrenamiento no había un desfibrilador, un equipo médico que en muchas oportunidades ayudó a salvar vidas.
“El uso del desfibrilador durante los 120 primeros segundos de un paro cardiorrespiratorio puede incrementar la probabilidad de supervivencia hasta un 100 por ciento”, señala la FIFA.
En Bolivia, todos los equipos profesionales están obligados a contar con un desfibrilador durante los partidos oficiales y, aunque no está en el reglamento, debería estar también en los entrenamientos, un espacio donde además no se cuenta con ambulancia a mano.
La interrogante que surgen ahora es quién controla que los clubes cumplan con lo mínimo en las prácticas.