Tras siete décadas a la sombra de su legendaria madre, el rey Carlos III, que ha sido diagnosticado de un tipo de cáncer no especificado, se enfrenta ahora a la enfermedad, apenas un año y medio después de haber asumido la corona británica.
Carlos III observó siempre desde la segunda línea el reinado de Isabel II, a la espera de demostrar su capacidad como monarca una vez que le llegase el momento.
Por eso, el diagnóstico conocido ayer supone un duro revés para el monarca, con un reinado que apenas había despegado y que hasta el momento ha ejercido con solvencia y sobriedad.
Por muy proverbial que sea la longevidad de los Windsor (sus progenitores casi alcanzaron el siglo), los 73 años de Carlos cuando ascendió al trono, el 8 de septiembre de 2022, llevaron a algunos a hablar de un reinado de transición, tras el cual la corona pasará a su primogénito, Guillermo.
Su popularidad, siempre en entredicho, tampoco le auguraba un lugar en el panteón de la realeza, aunque hasta el momento su aprobación ciudadana se ha mantenido en unos niveles aceptables, según las encuestas.
El pasado 26 de enero, fue intervenido de un agrandamiento de próstata benigno tras reconocer abiertamente su afección, con el fin de concienciar a la ciudadanía de someterse a controles.
Ahora, encara con la misma franqueza (poco común en el normalmente hermético Palacio de Buckingham) el diagnóstico de cáncer, del que, pese a todo, sólo se sabe que no se trata de próstata.
En el comunicado en que reveló la enfermedad, Buckingham destacó que Carlos “ha elegido compartir su diagnóstico para evitar las especulaciones y con la esperanza de que pueda ayudar a la comprensión ciudadana hacia todos aquellos en el mundo que están afectados por el cáncer”.
Su abuelo tuvo cáncer
El abuelo de Carlos III, el rey Jorge VI aquejó un cáncer de pulmón que complicó su salud.
El padre de Isabel II comenzó a tener complicaciones en su salud luego de que fue diagnosticado con cáncer de pulmón en 1951.
El entonces rey fue sometido a una cirugía para la extirpación parcial del pulmón izquierdo que había sido afectado por el tumor.
Si bien retomó sus actividades en la medida de sus posibilidades, fue reemplazado en varias ceremonias, sobre todo cuando se trataba de la lectura de discursos.
Con la salud más deteriorada, falleció en su habitación de Sandringham House, mientras dormía, el 6 de febrero de 1952, a los 56 años.
¿Muerte natural?
Desde noviembre del 2022, a partir de la publicación del libro “Isabel, un retrato íntimo” se especula que la causa de la muerte de la reina Isabel II fue un cáncer de médula ósea.
El autor del libro Gyles Brandreth, experto en la familia real fue amigo de Felipe de Edimburgo.
Si bien los rumores fueron permanentes desde la muerte de Isabel II, esta es la primera publicación que hace referencia a esta situación.
De todas maneras, la versión no ha sido confirmada ni negada por el Palacio de Buckingham.
Lo que preocupa a los británicos es que los problemas de salud del rey Carlos III reviven los temores de una abdicación. Un tema que adquirió relevancia en los últimos días luego de que se conociera el paso a un costado que dio, a mediados de enero, la reina Margarita II de Dinamarca, que cedió la corona a su hijo Federico precisamente por motivos de salud.
Pese a un carácter que en ocasiones parece arrogante y altivo, el rey ha hecho en los últimos años esfuerzos por acercarse al ciudadano y modernizar así una institución que siempre se ha distinguido por mantener las distancias.
A diferencia de su madre, si por algo se destacó Carlos como príncipe de Gales fue por defender de forma mucho más desinhibida las causas ambientales y humanitarias en las que participa a través de más de 20 ONG y fundaciones.
Como soberano se ha mostrado más discreto, aunque no han faltado las filtraciones desde su entorno que reflejan su disgusto con las políticas migratorias y medioambientales del actual gobierno conservador británico.