El sistema financiero juega un papel central en el desarrollo económico. Establece el puente entre el ahorro, que viene de las personas, y la inversión, que está a cargo de las empresas. El mercado financiero está lejos de funcionar bajo los principios de la mano invisible de Adam Smith que asigna perfectamente los recursos. Este es un mercado que está repleto de fallas y difícil de regular y corregir.
El caso del Banco Fassil ilustra con claridad las fallas en el mercado financiero y las deficiencias de la intervención del Estado en la economía. También muestra que donde hay mercados opacos, y tanto regulación como supervisión precarias, pueden existir comportamientos riesgosos y reinar la corrupción pública y privada. En este último caso, se hace carne una conocida frase del poeta alemán Bertolt Brecht que decía: “Mejor que asaltar un banco, es fundar un banco”. Entre 1987 y 2022, se cerraron o quebraron por lo menos 16 bancos, entre públicos y privados, en Bolivia. El tema de los créditos vinculados, cuando prestas a tus cuates y a ti mismo, es una práctica muy antigua.
Para ilustrar las fallas de información que existen en el mercado financiero, con frecuencia pregunto a mis audiencias en qué banco tienen su cuenta y por qué razones. Las razones más frecuentes son: porque mi empresa o institución paga mi salario en ese banco, me ofrecieron una súper tasa de interés, tienen muchas agencias en todo el país, me dan una tarjeta de crédito muy fácil, es un banco muy antiguo, me da confianza su propaganda, y un largo etcétera.
Las personas y las instituciones entregan su dinero a un banco por razones secundarias y superficiales, nunca se preguntan ni se informan sobre sus indicadores de solvencia como:
1. Ratio de capital, la proporción de capital que posee un banco en relación con sus activos ponderados por riesgo. Cuanto mayor sea este ratio, mayor será la capacidad del banco para absorber pérdidas.
2. Apalancamiento, indicador que relaciona el capital del banco con sus activos totales, sin tener en cuenta el riesgo. Sirve para evaluar la capacidad del banco para resistir situaciones de estrés financiero.
3. Ratio de liquidez, mide la capacidad del banco para hacer frente a sus obligaciones de pago a corto plazo. Evalúa la disponibilidad de activos líquidos y su capacidad para generar efectivo rápidamente.
4. Ratio de morosidad, muestra la proporción de préstamos o créditos que están en mora o impagos. Un alto nivel de morosidad puede indicar problemas en la calidad de los activos del banco.
Esos indicadores los tiene la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (Asfi) y la mayoría de la gente no los conoce y claro, son muy difíciles de entender.
En la práctica diaria, los bancos saben mucho más sobre su situación interna que los depositantes. Existe una enorme asimetría o desigualdad de información financiera entre el que deposita su dinero y el banco donde lo hace. A esta falla de información se la conoce como selección adversa. Este es un concepto económico que se refiere a la situación en la que una parte en una transacción tiene más información que la otra parte, lo que puede llevar a consecuencias negativas en la transacción. Enseguida pondremos un ejemplo muy sencillo.
Pero también existe selección adversa cuando una entidad bancaria presta dinero sin conocer completamente la situación financiera y las intenciones del prestatario. Si el prestatario oculta información sobre su capacidad de pago o su historial crediticio, el banco puede otorgar un préstamo con términos más favorables, pero luego enfrentar un mayor riesgo de incumplimiento y pérdida.
Veamos un ejemplo, el banco da un crédito para reformas de una casa a una persona que pone en garantía su propiedad, pero una vez que el banco entrega el dinero, el prestatario puede utilizar el crédito para abrir un lupanar. Esta es una falla de acción o comportamiento y se conoce como riesgo moral. El moral hazard se refiere a un fenómeno en el cual una persona o entidad (banco) asume un comportamiento de mayor riesgo debido a la protección o garantía proporcionada por la otra parte. También puede haber el caso, donde banco y prestatario se ponen de acuerdo para timar al ahorrista.
Ilustremos ambos conceptos con un ejemplo muy sencillo. Supongamos que una madre en su infinito amor compra un automóvil para su hijo. El joven se cree la reencarnación de Ayrton Senna, especialmente cuando está en una amplia avenida. Además, es muy descuidado con el carro, de hecho, lo ha chocado un par de veces. La afligida madre no sabe qué hacer, teme que el vástago sufra un accidente grave. La progenitora tiene un problema de riesgo moral. No conoce ni controla las acciones de su hijo cuando está al volante. ¿Qué alternativas tiene para que el muchacho no tome demasiados riesgos? La primera es escribir un decálogo del buen conductor, que le hace leer todas las mañanas al mozalbete. Como comprenderán, estas recomendaciones de buen comportamiento le entran por una oreja y le salen por la otra. Una otra opción es que la mamá contrate un supervisor de conducción, quién con el decálogo en la mano regule y supervise los viajes del muchacho. El controlador se limita a supervisar el kilometraje, a medir el aceite, a ver si ha habido algún choque en el auto, pero, al final del día existe una enorme asimetría de información y acción entre la madre, y el joven y también entre este último y el supervisor. A esto se llama captura regulatoria. Habrá siempre riesgos de accidentes y comportamientos peligrosos o delincuenciales del joven.
En suma, la mayoría de estas fallas de mercado en el sistema financiero se las corrigen, parcialmente, con regulación y supervisión estatal, pero se parte del supuesto que el Estado conoce estas fallas y las puede controlar, lo cual es una hipótesis muy fuerte. Por lo tanto, también en la relación entre el regulador y los bancos existe asimetría de la información y de la acción.
En el ámbito financiero, el riesgo moral también puede ocurrir con la señal que se lanza cuando el Estado rescata bancos. Un concepto muy conocido es To big to fail, muy grande para fallar o quebrar.
El Estado tiene miedo al contagio. Si un banco quiebra, puede arrastrar a otros, produciendo una hecatombe en el sistema financiero, por lo tanto, el Estado salva al banco y mete presos a los banqueros. Pero esta es una señal complicada para los otros bancos y los futuros banqueros. El Estado zapateará de rabia, cocachará a los díscolos, pondrá cara fea, mandará a la chirola a algunos banqueros, pero, al final del día, salvará al banco, para proteger a los ahorristas. Con este comportamiento del papá Estado siempre habrá alguien, que, a futuro, toma demasiados riesgos o hace torerías, como los sistemas Ponzi, un pasanaku donde el número de jugadores sólo aumenta, y esquemas de créditos vinculados. En 35 años, han quebrado más de una decena de bancos. ¿Cuántos banqueros conoce que están todavía presos?
¿Qué hacer frente a este entramado de fallas de mercado y Estado? Pues no hay soluciones mágicas. Aprender de los errores, endurecer las normas de regulación para abrir bancos y administrarlos, fortalecer y empoderar la supervisión, actuar preventivamente, tener un sistema judicial más transparente, educar más al consumidor financiero para que tome menos riesgos y por supuesto, castigar con dureza a los delincuentes financieros.
El autor es economista