Presumen de valerosos, pero usan pandillas entrenadas en el amedrentamiento, respaldadas y resguardadas por la Policía, para acallar y humillar a la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, compuesta hoy mayoritariamente por mujeres, encabezadas por una exmonja de 84 años, que desde hace décadas asume la responsabilidad de denunciar las violaciones contra los derechos humanos.
Toman las decisiones y expiden las órdenes, pero, de cara al público, fingen demencia y proclaman una postiza neutralidad, que alienta y protege los abusos.
Juraron que no vacilarían en identificar, procesar y castigar a los funcionarios chuecos, “sin importar su rango y poder político”, pero estiran los plazos para reaccionar, después de la demorada explosión de una denuncia internacional sobre la exportación, por la aerolínea oficial, de casi media tonelada de cocaína.
Lejos de responder con celeridad, discreción y eficacia, prefieren montar espectáculos de consumo mediático para exhibir, como hazañas, la captura de los últimos eslabones (inocentes o culpables, poco les importa) de la extensa cadena que ha resguardado la ejecución de los delitos.
Siguen la misma huella los aparatosos intentos ministeriales por desplazar la atención pública hacia un piloto extranjero, o la edad de quien recibe una encomienda. Pero, quien se proclama guardián de la seguridad interna luce incapaz de usar su ostentoso poder para dar siquiera el primer paso de una investigación creíble, identificando sin demora a quienes dieron la orden de borrar los videos del embarque de droga.
Tampoco inquiere o transparenta el por qué Navegación Aérea y Aeropuertos Bolivianos (Naabol) y la Felcn impidieron la entrega de copia de ese material, a pedido de BoA, en febrero.
La desidia y omisiones que se observan con el último envío públicamente detectado son una constante en la historia de cargamentos que suman cientos de toneladas de cocaína exportada de Bolivia (y muy probablemente elaborada aquí) a cuatro países vecinos durante este año, de acuerdo con informaciones periodísticas.
En los informes se da cuenta de que en Chile se capturaron dos toneladas en mayo 2023; en Brasil cae en marzo 2023 una banda que en dos años había exportado 17 toneladas de cocaína, made in Bolivia, mientras que en Paraguay se reporta, el mismo mes, la detección de una banda que desde 2020 ha transportado centenares de toneladas a ese país para enviarlas a Europa; y Argentina se queja de sufrir un continuo bombardeo de paquetes de cocaína lanzados desde avionetas, por un piloto capturado en marzo en Brasil (ídem).
La administración de justicia, dócil para servir, con el Ministerio Público y la Policía, como aparato centralizado de represión política, actúa con gran impunidad, cuando toca favorecer a todo tipo de criminales, como feminicidas, asesinos y violadores de niñas, niños, jóvenes y mujeres.
Pero el Tribunal Supremo de Justicia escenifica un estallido de indignación, en cuanto, en vacilante gesto publicitario, se ordena aprehender a un juez con historial de amparar delincuentes.
Los representantes judiciales claman por la independencia, que olvidan y archivan, toda vez que ejecutan órdenes políticas propias de un verdadero golpe de Estado, al quebrar el orden constitucional (Tribunal Constitucional Plurinacional en 2017 y otras ocasiones) o cuando vuelcan el rostro todas las veces que se quebranta la defensa de los perseguidos por el régimen.
Es la misma ausencia observada cuando el ministro de Gobierno, suplantando a fiscales y jueces, abrió, condujo y declaró consumadas y liquidadas las investigaciones sobre las hasta ahora incomprensibles circunstancias en que murió el interventor del Banco Fassil.
Los profundos espasmos económicos que demuestran cuan insostenibles son los compromisos presidenciales que le sirvieron de plataforma electoral, están en la base de todos los esfuerzos por tratar de esconder una realidad que se desboca en múltiples frentes, empezando con el estallido de la macrocorrupción, cultivada desde los años en que abundaban los recursos.
Apenas a mitad de su mandato, el presidente está cercado por grandes grietas del falso escenario construido, sin que atine siquiera a considerar que reconocer y asumir la verdad puede abrir la salida, que sus más estrechos colabores, igual que sus excolegas y excompañeros no quieren reconocer, atrapados como están, igual que él mismo, en una burbuja ideológica que no es refugio, sino camino a los desastres.