El algoritmo del Face me presenta tres cosas con bastante constancia: artículos sobre física y astronomía, posts sobre la persistente corrupción masista y videos de gatitos. No me quejo. Supongo que la máquina estima que son cosas que necesito cada mañana. Los gatos son muy divertidos siempre.
Al respecto, estoy leyendo un artículo sobre señales que provendrían del centro de la galaxia. Algunos científicos estiman que podrían ser civilizaciones extraterrestres. Al autor del artículo no se le ocurrió nada mejor que sugerir que nos dicen “hola”.
Estoy convencido de que las buenas personas tienen dificultades para concebir el mal. Tienden, además, a cierto optimismo liso y amable. El autor del artículo es uno de ellos, sin duda.
Lo digo porque no se le ocurrió otras posibilidades. Por ejemplo, señales de advertencia. O peor, trampas. En una de esas hasta es spam o reggaetón cósmico.
Dado mi carácter suspicaz y desconfiado, lo último que se me ocurriría es mandar un “hola” de vuelta. Creo que sería lo más prudente.
Pero estoy convencido de que ya hay almas nobles transmitiendo imágenes de arcoíris y flores a nuestros vecinos estelares, invitándolos a venir. Deben ser los mismos que confían en un político cuando les promete el paraíso o que ven películas de Disney y similares.
¿De dónde nace esta diferencia entre buenitos y... prudentes (por llamarnos de alguna manera)? ¿Es algo reciente o existió desde siempre? Difícil saberlo, pero sospecho que en la prehistoria teníamos ya gente de buen corazón que no dudaba en salir de la cueva cuando oía el rugido de un tigre dientes de sable... para saber si el animalito estaba bien. No dejaron mucha descendencia.
Lo positivo es que una eventual visita les tome millones de años a nuestros vecinos. Para entonces será un problema de futuras generaciones. Sólo espero que en el comité de recibimiento no haya demasiados buenitos.