En referencia al artículo Dos fanatismos en pugna, escrito por el señor H. C. F. Mansilla y publicado el 27 de febrero de 2024, en Los Tiempos, damos a conocer nuestra postura como Coordinadora Contra el Genocidio en Palestina.
De inicio, el artículo hace referencia a una “guerra” entre Israel y Hamas iniciada en octubre de 2023. Empero, una guerra exige la participación de dos o más Estados y no sólo uno, como se considera a Israel. Hamas es un movimiento de resistencia.
Palestina, a diferencia de Israel, no tiene Ejército, por lo que no existe una correlación de fuerzas que permita una justa defensa en igualdad de condiciones. La mal llamada “guerra” es un genocidio y un infanticidio contra el pueblo civil palestino, cosa que Israel, a través de la diputada ultranacionalista Ayelet Shaked, lo manifestó a los cuatro vientos: “Los palestinos tienen que morir y sus casas deben ser demolidas. Ellos son nuestros enemigos y nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre. Esto también se aplica a las madres de los terroristas fallecidos. (...) Esas madres deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a esas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”.
Así, la falsa retórica de Israel —apoyada por las potencias occidentales— califica de “terrorista” a todo aquel, musulman o cristiano, que se defienda y esté en contra de su política usurpadora y expansionista. Por tanto, la cuestión palestina, no es una pugna entre dos “credos religiosos de tinte arcaico, etnocéntrico y muy intolerante” como se alude en el artículo mencionado, es más bien un proceso de colonización y neocolonización sionista que se ejecuta desde hace 76 años, en el que, sistemáticamente, los colonos israelíes desplazan de forma cruel y violenta al pueblo palestino.
Este proceso tiene el objetivo de apoderarse de todo el territorio palestino, borrando y apropiándose de su origen, su cultura y todo cuanto es la expresión identitaria de Palestina. No olvidemos que desde antes de 1948 los colonos israelíes han migrado a Palestina desde varios países de Europa (Rusia, Polonia, Alemania...), por lo que su origen no es precisamente semítico, como es el caso del pueblo palestino. Cuando se habla de antisemitismo estaríamos haciendo referencia, entonces, a la discriminación hacia las y los palestinos originarios del Levante, sea cual fuese la religión que profesan.
Es necesario aclarar que, en Palestina, antes de la colonización sionista convivían en paz, palestinas y palestinos de religión musulmana, cristiana y judía, aclarando que el sionismo, doctrina en la que se basa el Estado de Israel, “es una ideología que sustenta a un movimiento político de corte nacionalista que se propuso la fundación de un Estado judío. Pero el sionismo no es connatural al judaísmo; no es que el autoproclamado pueblo judío, intentando la creación de un Estado propio, se guiara por alguna doctrina denominada sionista”, afirma el periodista, analista internacional y escritor chileno, Pablo Jofré Leal. Así, ésta mal llamada “guerra”, no tiene un sustento religioso, y sí uno de dominio geopolítico y económico para el control del oriente próximo por parte de las potencias occidentales, principalmente EEUU, teniendo a Israel como un enclave estratégico en la zona.
Cuando el artículo en cuestión da cuenta de que “el horroroso conflicto actual entre Israel y Hamás es solo el ejemplo actual de una larga serie de confrontaciones de una inusitada violencia, luchas embellecidas por una mentalidad autoritaria y una ideología dogmática”, muy bien podemos entender la postura sionista del Estado de Israel.
No en vano, Menájem Beguín, primer ministro de Israel de 1977 a 1983 (irónicamente Premio Nobel de la Paz), refirió: “Nuestra raza es una raza de amos. Nosotros somos dioses sobre este planeta. Somos tan diferentes de las razas inferiores como ellos lo son de los insectos (…). Las demás razas son consideradas como excremento humano. Nuestro destino es gobernar sobre las razas inferiores. (…) Las masas lamerán nuestros pies y nos servirán como nuestros esclavos”, expresando así la retórica racista, no religiosa, que Israel maneja para deshumanizar y humillar al pueblo palestino.
Otro aspecto señalado en el artículo es el concerniente a la situación política de Palestina y del islam. Según describe, “el ámbito islámico ha sido casi siempre pobre en experimentos exitosos de democracia pluralista y de auténtica economía de mercado”. Ante todo, conviene mencionar que la práctica del islam es diversa como diversos son los pueblos árabes. No es posible generalizar los modos en que los árabes expresan su fe. Evidentemente, hay prácticas fundamentalistas, así como las hay en todas las religiones. Sin embargo, en el caso de Palestina, muy posiblemente por las realidades, tanto de convivencia interreligiosa (principalmente cristiana y musulmana), como de opresión y colonización a la que es sometida, mal se puede hablar de un fundamentalismo religioso, y menos aún de una democracia, cuando el pueblo palestino está impedido de ejercer su derecho a la autodeterminación y soberanía en todo su territorio. Israel gestiona los recursos del territorio palestino.
Como ejemplo, basta mencionar el plan que tienen los gobiernos, sobre todo, de EEUU, Israel y Egipto y las grandes empresas sionistas de usurpar el territorio de Gaza y apropiarse de las enormes reservas marinas de gas con que cuenta. Reservas que, según estimaciones, alcanzan a los 177 billones de metros cúbicos, por no mencionar el valor monetario que representan. Israelíes y egipcios mantuvieron reuniones secretas, ya en 2022, para acortar estrategias destinadas al robo de las riquezas a ser implementadas en 2024, según informa el Centro de Investigación sobre la Globalización (CRG, por sus siglas en inglés), una organización independiente de investigación y medios de comunicación con sede en Montreal.
¿No podría acaso esa información dar señales como para pensar que la resistencia de Hamas, el 7 de octubre de 2023, se adelantó al Estado Israelí que ya tenía preparada la invasión a Gaza para hacerse de su gas?
En tal sentido, nos parece absurdo que se haga alusión a la contribución de Hamas “a la mentalidad que prevalece en Palestina, en la que la colectividad posee una dignidad superior a la del individuo”.
El autor, al parecer, prioriza lo individual sobre lo colectivo, cuando es toda Palestina la que está siendo colonizada y exterminada, no sólo un individuo o un grupo, aun desde antes de la existencia de Hamas. El pueblo palestino tiene derecho a su territorio, su cultura y su existencia. La resistencia, no sólo es ejercida por Hamas, es ejercida por todos y todas. ¡No pongamos a Hamas de excusa! El exterminio no se inició el 7 de octubre, con la “invasión” de Hamas a Israel. Se inició desde la colonización y creación de la entidad sionista en 1948.
Como sostuvo Edward Said: “Todos deberían ir a Palestina, Cisjordania, y si lo logran, a Gaza, para tener idea de lo que es vivir bajo la ocupación de un Ejército racista, para ver lo que significan cotidianamente los muros que separan a vecinos, a familiares. Ver a mujeres palestinas que deben recorrer largos kilómetros para cruzar al otro lado, sometidas al arbitrio de jóvenes militares racistas. Los mismos que salen en las noches para destruir bienes de los palestinos, arrancar de cuajo olivares, que tardan un siglo para crecer”.
Las autoras integran la Coordinadora Contra el Genocidio en Palestina