Ya está. Ya domina el ambiente, ya se impone, ya arruinó para siempre a la plaza Colón: el gigantesco edificio que a Manfred Reyes le dio la gana de construirse.
Y todo ese apabullante, multimillonario desatino, ¿para qué? Para los empleados públicos. Para que los empleados públicos se sientan muy bien. Sin hablar de la inmensa danza económica que generan estos descomunales emprendimientos con la plata pública.
Cuando la política, el poder, se juntan con la arquitectura o el urbanismo, suelen dar lugar a los peores engendros. Basta ver las horrendas porquerías con que Evo y el masismo arruinaron buena parte de la cada vez más imposible ciudad de La Paz. Otra vez lo mismo: multimillonarios gastos para que los servidores públicos se sientan gloriosos supermanes, y se den sus lujos mientras trabajan.
Y todo a lo grande, grandísimo ¡Diecisiete pisos! La ciudad quedará marcada. Entretanto, el aire de Cochabamba es de los más mugrientos de Sudamérica, hay montón de esquinas o manzanos malolientes, nunca se acomete seriamente el caso del río Rocha y sus aguas a menudo negras y apestosas, se sigue aniquilando árboles, la fealdad va ganado todo el terreno.
La plaza Colón, que hasta unos 20 o 30 años atrás era todavía hermosa, estaba en el corazón, urbano y sentimental de la ciudad, presidiendo el hermoso paseo del Prado (también cada vez peor). Y la historia de la plaza Colón es la historia de su decadencia, de los ataques que sufrió a manos ediles, de su progresivo empeoramiento hasta ahora, cuando nos la vemos con su degradación final. Estos es algo que puede comprobarse, dolorosamente, siguiendo las fotografías, desde las antiguas hasta ahora.
Uno de los encantos de la plaza principal de Santa Cruz es su contigüidad con la Manzana Uno, que la llaman, esa otra placita lateral que la extiende, y encima con una galería de arte.
Algo así podía haberse pensado, en su momento, para el espacio ahora ocupado por un delirio arquitectónico y fatal. Pero para pensar algo así se necesitaba inteligencia, sensibilidad y cultura, las virtudes simplemente inexistentes en todas las altas esferas bolivianas, en todas las áreas, rubros, reparticiones, ministerios, gobernaciones, alcaldías, etc. Y así vamos. Y así nos despedimos de la que fue una vez tan querida, la plaza Colón…