En Bolivia comenzó una tragicomedia en 2006, cuando el MAS llegó al poder, bajo un guion provocador de cuantos estados emocionales existen: asombro, ilusión, confusión, decepción, frustración y, como en Las Vegas, esa gran comedia negra, asco y miedo también. En un ritual creativo y colorido de origen desconocido, con momentos secretos de los cuales se habla bajo, el jefazo fue coronado en Tiahuanaco ataviado con brilloso tipoy y sombrero de tres picos reclamando sus cascabeles. Las tres veces que se le declaró ganador de elecciones. Con “amautas” narcos y no narcos. Sin trampas la primera vez, cuando el MAS no era gobierno aún y había Estado de Derecho, con Cortes Electorales nacional y departamentales independientes, imparciales y competentes; con un padrón electoral limpio; un sistema electoral libre e igualitario, seguro y transparente; un sistema de partidos como expresión del pluralismo ideológico. Con todas las trampas la segunda y tercera elecciones: árbitros dependientes, parcializados e incompetentes; padrón electoral inflado con fantasmas; sistema controlado y desigualdad a favor del oficialismo, inseguro y opaco.
Se inauguró también la adoración al dirigente cocalero devenido ilegítimamente en representante indígena, aunque él negó serlo en 2011 ante un periodista que cuestionó la represión contra los indígenas del Tipnis, mostrando su desprecio hacia ellos. Se construyó la imagen del extraño “líder de los humildes” abusivo, que daba rodillazos en cancha, acompañado de chicas adolescentes y haciéndose amarrar los huatos. Comenzó el discurso de confrontación étnica cultural, de clase y de región para dividir y reinar, de perversión de la historia para la instalación de la impostura de que hasta entonces todo fue malo. A la cubana. Se vació a la democracia de su contenido, instalando la dictadura. A la venezolana.
Entró dinero a raudales al subir los precios de las materias primas en el mercado internacional. Sólo por el gas ingresaron aproximadamente 60 mil millones de dólares desde 2006 al erario público. Estabilidad económica y crecimiento. Sin mérito alguno de los dueños del poder. Tiempo de elefantes blancos, erupción de insensateces y corrupción. Repartija de cheques, borrón de todo vestigio de institucionalidad. Impunemente. Con mérito exclusivo de los dueños del poder.
Persiguieron, apresaron, torturaron y asesinaron montando siniestras imposturas. En Porvenir, Pando, y en Santa Cruz de la Sierra. Con persecución judicial arbitraria. Asesinando. Con sello teórico y práctico de origen caribeño. 278 presos políticos a día de hoy y víctimas mortales como José María Bakovic y Marco Antonio Aramayo lo demuestran. Banalización del mal en grotescos performances.
Tragicomedia suigéneris. Horrorosa, indignante y ridícula por la mezcla surreal de crueldad, impostura y estupidez de sus actores principales, secundarios e incluso extras. Provocadora de suspenso y letargo a la vez. Sí. Por un lado, mantiene en vilo a los espectadores, con incertidumbre, pues “cualquier cosa puede suceder”, como el fraude y la destitución de los masistas en el TSE, la anulación de elecciones, la renuncia, fuga y la orden de matar de hambre a la gente en las ciudades bloqueando el paso de alimentos, el golpe inventado y el dedazo para encumbrar al mago de la economía y el retorno del brujo y las diatribas internas, y MAS y MAS y MAS y… Por otro lado, narcotiza. Hace dormir. No sólo a los ciudadanos comunes cuyas preocupaciones tienen que ver con el día a día. No. También a los especialistas sabidos y a aquéllos que decidieron hacer de la política su actividad principal y tienen responsabilidad en el futuro de la democracia. Nuestro futuro. Nuestra vida.
Esta tragicomedia puede tener más de un desenlace en las elecciones de 2025. Sin importar si los masistas van divididos o unidos. Sobre eso no hay certeza alguna pues hay suficientes indicios de que su pelea es real y suficientes de que no. Siempre queda la posibilidad del engaño de su parte para “matar varios pájaros de un tiro”. Lo que importa, lo único a nuestro alcance, es lo que hagan las fuerzas democráticas. Y alguna variable interviniente, además.
Un desenlace deviene de la oposición dormida, dividida y sin estructura. Pulverizada. Tan sólo abrirá la nueva temporada de la tragicomedia, a tiempo indefinido, pues el masismo ganará las elecciones con la maquinaria de fraude. Sin sobresaltos.
Otro va con la oposición despierta, articulada y organizada. Candidatura unitaria de amplia base y control ciudadano del voto. Gana en la primera vuelta o en la segunda. Sin garantía de respeto a esos resultados. Ya lo vivimos. Los conocemos, sabemos de su mentira, cinismo, violencia y maldad sin límite. Como también sabemos luchar, por larga experiencia. Sin violencia y con honor. En todo caso, acumularíamos fuerzas para recuperar la democracia. Sí o sí. Sin rendirnos ni cansarnos.
La variable interviniente es Venezuela. Que prevalezca la verdad nos vale y mucho. Por eso, otra vez, ¡hasta el final!
La autora es abogada