periodistas de larga trayectoria y que suelen estar bien informados advierten sobre el sofisma con que el evismo busca reinterpretar la debacle económica en función de sus intereses más oscuros.
“Gobernará en 2025 quien destroce esta proposición: ‘La crisis se debe a que los dólares están retenidos en el Chapare’. Es una falacia, pero eso están vendiendo los evistas, con éxito, entre las clases populares y media baja. La crisis favorece este mendaz discurso”, posteó Marco Zelaya en la red social X.
Es el viejo relato del narcotráfico como fuente de prosperidad colectiva, ahora reinventado y engañoso desde varios puntos de vista. Primero, porque se ha demostrado el carácter destructivo que tiene el control territorial del narco (extorsivo, violento y monopolista) sobre otras actividades productivas, como lo han verificado ampliamente los analistas mexicanos en el estudio de las economías regionales dominadas por los cárteles, y, segundo, porque a pesar de la continuidad de los megaembarques de cocaína hacia el exterior, ésta ha perdido grandes mercados por la competencia del fentanilo, y la cantidad de coca requerida para su elaboración es cada vez menor. Vale decir, que el sector que produce coca-para-cocaína está en un momento de debilidad relativa.
Lo cierto es que los dólares no volverán de la mano de una mayor tolerancia al narcotráfico, como parece sugerir ese discurso que prepara el terreno para una repostulación “a como dé lugar” del expresidente cocalero, sino por medio de una nueva política económica más amigable hacia las exportaciones privadas no tradicionales y la innovación en biotecnologías, con una racionalización del gasto público que podría incluir una ley de quiebra de empresas estatales con déficit crónico, una mayor autonomía del Banco Central respecto al Tesoro y la sustitución del subsidio al precio interno de los combustibles por un fondo de compensación, focalizado en la logística de la producción y distribución de los alimentos y en el transporte urbano de pasajeros.
Completemos el panorama con una nueva ley de hidrocarburos, que atraiga inversión privada para la exploración y asegure un porcentaje importante de las ganancias para váuchers educativos, con énfasis en las nuevas tecnologías y en la economía del conocimiento; una norma contra los bloqueos carreteros que consolide a Bolivia como nodo de integración en el “Heartland” sudamericano; o el impulso a nuevos motores regionales del desarrollo a través del modelo concesional, gestionado por los gobiernos autónomos en alianza con los privados.
Un menú muy alejado, en definitiva, de los engañosos “cantos de sirena” de la narcocracia.