De centenas de columnas escritas, sólo dos veces necesité dar continuidad a un tema: la primera fue para aclarar conceptos que no fueron bien comprendidos y la segunda –esta columna– porque mis lectores lo pidieron. En la primera parte, había dicho que no sabemos diferenciar cuando decir “sí” y cuando decir “no”, de igual manera, compartí lo importante que es establecer límites en la vida para tener un estilo de vida armónico, sano y balanceado. En ese sentido, dije que el primer paso era definir, ¿qué es un límite?; límite es una línea delgada de propiedad personal que marca las cosas de las que nosotros somos responsables. También aclaré que la responsabilidad es la habilidad más importante que una persona puede poseer. Complemento ahora diciendo que estamos acostumbrados a recibir la responsabilidad de manera delegada por los papás, un jefe o alguien en ejercicio de autoridad sobre nosotros, y está bien, habitualmente puede serlo. Sin embargo, no debemos limitarla y entenderla solamente como algo que recibimos sino también como algo que estamos dispuestos a tomar y, en ese sentido, es nuestra responsabilidad desarrollar nuestra responsabilidad. Yo la asumo, yo la tomo, yo la desarrollo, yo la busco.
Asumir límites en la vida es tomar la rienda de nuestra vida, es desarrollar la responsabilidad y la valentía para establecer con claridad los espacios físicos, mentales, emocionales y espirituales por donde nosotros podemos transitar y por donde permitimos que los otros transiten en nuestra vida. Por consiguiente, es algo que yo busco y no solo eso, también ¡delimito! Y no puedo delegar la responsabilidad de eso a nadie, ¿saben por qué? porque nadie lo va a hacer y, si lo hacen, no lo van a respetar.
Es así que un límite es cualquier cosa que nos permite diferenciarnos de otra persona o nos muestra dónde comienza y dónde termina nuestro ser, sólo te doy un ejemplo: la piel.
En palabras del Dr. Cloud, la piel es el límite principal que nos define. La gente suele usar este límite metafóricamente para decir que sus límites personales han sido violados: “Tengo que salvar mi pellejo” (dicen algunos). El cuerpo físico es lo primero que aprendemos a diferenciar de los demás. El límite de la piel mantiene lo bueno por dentro y lo malo por fuera. Protege nuestra sangre y huesos, manteniéndolos ligados en nuestro interior, nos protege de infecciones, impidiendo la entrada de gérmenes del exterior; al mismo tiempo, la piel tiene aberturas para permitir la entrada de lo bueno como el alimento y la salida de lo malo como los desechos. Las víctimas de abuso físico o sexual suelen tener el sentido de los límites empobrecido. En los primeros años de vida, aprendieron que su propiedad no comenzaba con la piel. Otras personas podían invadir su propiedad y hacer lo que se les antojara. Como resultado, tienen dificultad para establecer límites cuando llegan a la edad adulta.
Solo les puse un ejemplo, ahora imagínense todo lo que sucede por falta de límites a nivel emocional, espiritual, mental, familiar, laboral o profesional. La amistad es otro ejemplo donde la ausencia de límites hace que tengamos relaciones insanas, piensen, ¿qué sucede cuando dos personas son complacientes? O ¿una complaciente y la otra controladora agresiva o manipuladora? Y ¿qué tal si por ahí obtenemos un amigo indolente? Sea cual sea el tipo de relación, igualmente existirá un conflicto por falta de límites de una de las partes. En conclusión, aprendamos a poner nosotros los límites estemos donde estemos y con quién estemos…, esa es nuestra responsabilidad.