En la era digital, ser madre se ha transformado profundamente, madres que bordan, cosen, tejen y cocinan, dan el pecho, limpian la casa, lavan la ropa a mano y, en sus tiempos libres, hornean una torta. Ayudan a los hijos en las tareas, no se pierden las actividades escolares y las viandas son siempre de comida casera. Pero ¿todavía existen ese tipo de mamás?, lo cierto es que muy pocas, en tiempos de tecnología, velocidad, liberación femenina, este modelo de madre abnegada que deja todo por sus hijos está desapareciendo.
La conectividad constante permite que muchas madres tengan acceso a una infinidad de recursos en línea: artículos, videos educativos, aplicaciones de monitoreo del desarrollo infantil y comunidades virtuales donde pueden encontrar apoyo y consejos.
Sin embargo, esta sobreabundancia de información también puede ser abrumadora. En un mar de opiniones contradictorias, muchas madres solteras se sienten presionadas a cumplir con estándares imposibles, generando ansiedad y dudas constantes sobre si están haciendo lo correcto.
Compararse con otras madres que parecen tenerlo todo bajo control puede ser devastador para la autoestima. La realidad de muchas madres solas es muy distinta, enfrentan jornadas laborales largas, preocupaciones financieras y la soledad de no tener con quien compartir las cargas y las alegrías de la crianza.
La carga emocional es inmensa. Sin un compañero para compartir los altibajos, las madres solas a menudo sienten el peso del mundo sobre sus hombros. Las decisiones importantes, desde la educación hasta la salud de sus hijos, recaen exclusivamente en ellas. Este estrés constante puede llevar al agotamiento físico y emocional, afectando su bienestar y, en última instancia, su capacidad para cuidar a sus hijos.
Financieramente tampoco la cosa es fácil. Criar a un hijo con solo un ingreso es un desafío monumental. Las madres solas deben saber equilibrar las necesidades básicas con las emergencias imprevistas, todo mientras intentan ahorrar para el futuro.
En cuanto a la gestión del tiempo, la tecnología ha ofrecido algunas soluciones, como la posibilidad de trabajar desde casa. Sin embargo, esto también tiene su lado oscuro. La línea entre el trabajo y el hogar se difumina y muchas madres se encuentran trabajando horas interminables con la constante distracción de las responsabilidades domésticas. La falta de un socio que pueda hacerse cargo en momentos críticos significa que cualquier emergencia por pequeña que sea puede convertirse en un desafío logístico abrumador.
Ante todo este panorama complicado de la crianza como madre sola, me queda decir que recuerdes siempre que una mamá feliz hace más felices a sus hijos, de nada sirve la casa limpia, la cocina lista, la ropa planchada, si siempre estás con una tristeza y preocupación que sale por tus ojos. Trata de detectar las tareas menos gratificantes y si puedes delégalas o al menos cámbiale la perspectiva escuchando un buen audio libro que te motive.
Inmunízate de las críticas ajenas, muchas veces la gente que nos rodea tiene muy arraigado el antiguo modelo maternal y nunca falta el que exclama que madres eran las de antes. Trata de tener en cuenta que todas las generaciones sufrieron en mayor o menor medida esta comparación aludiendo a sus antecesores. Las madres no son mejores ni peores que antes, son distintas.
Es fundamental que busques un espacio donde no seas “la mamá de” y que simplemente puedas ser tú. Hay que aprender a pedir ayuda cuando hay algo que te exceda o simplemente cuando estés cansada y necesitas un respiro.
Madres las de hoy, las de ayer y las de mañana, seguimos siendo las que perdemos el sueño cuando nuestros hijos se enferman y nos emocionamos en el acto del colegio. Mamá, madraza y mamita, ni abnegada ni abandonada, madre orgullosa y apasionada.