En medio de la tragedia de los incendios que devastaron cientos de hectáreas de la Chiquitanía, surge la necesidad de reflexionar sobre el valor cultural y natural de este territorio. Carlos Hugo Molina, experto en el tema y autor del libro La nación de los indios chiquitos, ve más allá de las llamas, valorando la riqueza histórica, cultura y ambiental que esta región ofrece.
“La Chiquitanía no es sólo un territorio azotado por incendios; es un legado cultural inigualable”, explica Molina. Según el experto, los incendios pasarán, pero la cultura de Chiquitos permanecerá intacta. “Cuando lleguen las lluvias o se termine el material inflamable, vendrá la mitigación del daño, pero Chiquitos conservará su narrativa como Patrimonio Cultural de la Humanidad, referente en el mundo de un esfuerzo creativo del hombre americano que recreó y se apropió del siglo de oro europeo”, sostiene.
El alma de la Chiquitanía
Una de las características más sobresalientes de la Chiquitanía es su “cultura viva”. A diferencia de otras regiones que preservan ruinas o reliquias, Chiquitos mantiene una forma de vida activa “ligada a la construcción dinámica del espíritu y la materia que se suma a la construcción universal que deslumbra”.
Las misiones jesuíticas no sólo representan monumentos arquitectónicos, sino también una comunidad que mantiene viva la tradición del arte y la música barroca. “Hoy, las Misiones de Chiquitos y Moxos siguen territorialmente lejos, pero ¿podemos imaginar la grandeza arquitectónica y humana que se levantó en medio de la selva hace más de 300 años?”, subraya Molina.
En la Chiquitanía se conservan seis misiones jesuíticas declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco en 1990 (ver infografía). “En este territorio mágico se conservan y se viven las tradiciones que durante siglos se fueron forjando del encuentro entre las diferentes etnias indígenas y la religión católica de los misioneros”, destaca la página web oficial de las misiones jesuíticas.
El turismo para la conservación
El turismo en la Chiquitanía se convirtió en un instrumento para la preservación de su patrimonio. Según Molina, esta región ofrece una combinación única de cultura, naturaleza y tradición. Eventos como el Festival de Música Barroca de Chiquitos y el Festival de las Orquídeas, que se celebra esta semana, no sólo atraen a turistas de todo el mundo, sino que también refuerzan la identidad y levanta la economía local, afirma.
Además, la Chiquitanía forma parte de tres ecosistemas fundamentales para el mundo: el bosque seco chiquitano, el pantanal y el Amazonas. Esta biodiversidad convierte a la región en un tesoro natural. Sin embargo, “cada uno de ellos está acompañado de su especificidad y frente a lo que está ocurriendo, interpela a nuestra ignorancia por el desconocimiento que tenemos de su biodiversidad. Ésta es una hermosa oportunidad, por el dolor, de tomar consciencia de su significado”, expresa Molina.
Un llamado a la reflexión
A pesar de los desafíos que enfrenta actualmente la Chiquitanía y citando una frase popular entre los comunarios, Molina concluye que “Dios perdona siempre, los hombres a veces y la naturaleza nunca”. Para Molina, el futuro de la región pasa por combinar el desarrollo sostenible y cubrir necesidades humanas, sin abandonar los principios que rigen la vida sobre el planeta.
La Chiquitanía es mucho más que un territorio golpeado por los incendios, es una región con un valor cultural y natural inmenso que necesita ser preservado para las futuras generaciones. “Se trata de reconocer y poner en valor la realidad material con la inteligencia humana que produce instrumentos necesarios para la existencia digna”, subraya.