Llegué al anochecer, bajo un límpido cielo azul cuajado de constelaciones, planetas y la estrella Sirio que subía luminosa para rebotar en la nevada montaña. A pesar de la ventisca, no hacía frío. Un comunario esperaba a los viajeros para guiarlos a las habitaciones mientras una señora preparaba una merienda de bebidas calientes, queso y pan, antes de la cena casera.
Era cumplir el sueño postergado en los últimos meses por la escasez de gasolina y los permanentes anuncios de bloqueos carreteros. Al final, la opción es arriesgarse porque la mayor dificultad para recorrer Bolivia es la incertidumbre que provoca un (Ni) Estado deprimido.
La apuesta vale la pena. Llegar es siempre un premio único, sea la selva, el río, las sierras, o las vistas y paseos alrededor del imponente Sajama, como en esta ocasión.
Parecen oportunos aquellos dichos populares que la Divinidad regaló a Bolivia tanta belleza natural, pero en cambio puso gobernantes que no comprenden que podrían desarrollar el turismo interno y externo como pocos países del continente.
Tomarapi guarda los tesoros más cotizados del siglo XXI: aire, espacio, agua y silencio.
El pueblo está ubicado en el departamento de Oruro, municipio de Curaguara de Carangas, ingresando unos 12 kilómetros por un camino de ripio desde la carretera internacional que une Tambo Quemado con la frontera chilena. El paisaje es de puna, pero como suele suceder en el altiplano hay microclimas de colores intensos, con espejos de agua, bofedales, arbustos, jardines con kantutas y pequeñas florecillas amarillas.
Está situado al pie del Sajama, el antiguo volcán más alto de Bolivia (6.542 m s.n.m.). Es parte del Parque Nacional Sajama, que contiene ecosistemas con vegetación y fauna altoandina. Es la primera área protegida del país, creada en 1939 para proteger sus bosques de quewiña y las cabeceras de cuencas.
Entre los atractivos más famosos están esos bosques, los géiseres y las aguas termales. Los visitantes pueden aprovechar los baños calientes a cualquier hora y es común ver carpas con gente que llega únicamente para zambullirse unas horas nocturnas y luego retornar a la ciudad, con los primeros tonos rosados de la aurora.
EL ALBERGUE
El albergue Ecoturístico Tomarapi es uno de los pocos emprendimientos de turismo comunitario que logró sobrevivir a los cambios políticos y a las distintas presiones sindicales. Las familias aymaras se organizaron inicialmente con el impulso de la cooperación alemana, pero pronto lograron su propia dinámica.
El domingo asistimos unos minutos a la reunión en la cual los administradores transitorios rendían cuentas a la comunidad. No aceptan propinas individuales y prefieren que toda gratificación por su buen servicio sea delante de todos.
Al frente está un pequeño museo con atractivos del lugar y a un lado la preciosa y bien cuidada iglesia colonial, los cuales se pueden visitar con guías comunarios.
Hay paseos a pie (trekking y senderismo con diversos grados de dificultad), en bicicleta o en vehículo todo terreno para llegar lo más cerca posible al Sajama, a la laguna Huayñakhota, visitar otras comunidades, compartir con los pobladores o también preparar un picnic en la extensa pampa. La altura supera los 4 mil metros y hay que cuidarse. El guía nos convidó un brebaje de hierbas muy eficiente para prevenir el sorojcchi.
Además de la montaña principal, muy cotizada por los escaladores experimentados, se pueden observar otros nevados fantásticos como los volcanes Parinacota y Pomerape.
Todos los circuitos son parte de la oferta del Albergue que ofrece limpias y calientes habitaciones de diferente dimensión y precio, de adobe y paja, con baño privado, organizadas alrededor de dos patios como los típicos pueblos andinos. Tiene desayuno, almuerzo, cena, viandas preparadas con productos lugareños y generalmente carne de llama. El pan es recién horneado, diversidad de tubérculos, quesillos frescos, sopa caliente estilo abuela, hervidos de mocochinchi o frutas secas, postres sencillos. No hay otros lugares de comida en las cercanías.
En la sala comedor se disfruta del calor de estufas. Prestan juegos de mesa que comparten entre personas que recién se conocen. Divertido. Mucho más cuando lancé los dados y saqué ¡generala” de ases. ¡Salud! con singani cinteño. Aplausos de los comensales.
Las mujeres exponen tejidos de alpaca, muy finos, muñecas, recuerdos. Un hecho que sorprende porque en los pueblos no suele trabajarse la lana con tanta pulcritud.
En esta ocasión había pasajeros de Chile, de Argentina (motoqueros), de Francia, de Japón y una pareja boliviana de recién casados. El movimiento era constante. Por ello es preferible realizar las reservas con tiempo. Aunque en el pueblo Sajama hay otros hoteles y comedores no superan a Tomarapi.
La visita a la iglesia requiere permiso y es lugar ideal para la fotografía del recuerdo porque desde ahí se dibuja majestuoso el Sajama. Tiene una torre bien conservada, el atrio tradicional, cuadros e imágenes antiguas.
CURAHUARA DE CARANGAS
Al ir o después de visitar Tomarapi es imposible dejar de llegar hasta la capilla Sixtina del altiplano en el pueblo de Curaguara de Carangas. Los pobladores cuidan muy bien esta reliquia que refleja los mejores murales de las iglesias coloniales bolivianas. Igualmente hay que prever las horas de visita y contar con un guía para no perder los detalles de las pinturas del Infierno, del Purgatorio, del Paraíso que recuerdan a artistas flamencos y el baptisterio.
Al lado, permanece el cuartel de triste recuerdo para los falangistas que ahí conocieron los campos de concentración creados por Víctor Paz Estenssoro y Hernán Siles Zuazo para acallar a los opositores. En este pueblo es posible conseguir gasolina que ofrecen en bidones porque no siempre hay combustible en las estaciones de Patacamaya, al ingreso a la carretera internacional.
Con tiempo, también se pueden visitar los chullpares a la vera del camino y la hermosa imagen del Tata Santiago Apóstol en Santiago de Callapa a orillas del Desaguadero.