La escalada de hostilidad entre los dos bandos del Movimiento Al Socialismo (MAS) se extiende de manera sostenida, a tal punto que rebasó los espacios institucionales y mediáticos y alcanza ahora territorios del trópico de Cochabamba.
“No vamos a recibir a ninguna autoridad si no tiene autorización de nuestras organizaciones matrices”, declaró hace un par de días una representante de la Federación de Comunidades Interculturales de Chimoré.
Esa decisión fue tomada en una reunión de emergencia de las 15 centrales y subcentrales cocaleras, subalcaldes y concejales del municipio de Chimoré, provincia José Carrasco de Cochabamba, en respuesta a la posible llegada al lugar del Vicepresidente del Estado. Pero su efecto se extiende a cualquier autoridad nacional que pretenda ingresar a ese territorio sin la aprobación “del ente matriz, coordinadora de la Federación Chimoré y el Gobierno Autónomo Municipal de Chimoré”.
Así, sin más complicaciones, ese municipio instaura por voluntad de organizaciones sindicales y autoridades ediles —todos del bando evista del MAS— un territorio prohibido para sus copartidarios que desempeñan altas funciones en el Gobierno y están del otro lado de la brecha, cada día más ancha, que divide al mayor partido del país.
Semejante extremo obedece, sino a las órdenes, al menos a la actitud de su líder, el expresidente que está en campaña para ser el candidato del MAS en 2025.
Y esa estrategia tiene como elemento principal el perjudicar a su rival, el Presidente del Estado. Sólo que, con ese propósito, perjudica también a la gestión del Gobierno.
Un Gobierno que “Evo Morales a través de Twitter informa y aclara, sobre todo a nuestra militancia, que ya no es gobierno del MAS”, como lo proclama el diputado más cercano al expresidente, corroborando lo que es evidente en la Asamblea Legislativa, donde los proyectos de ley enviados por el Órgano Ejecutivo chocan contra la resistencia de la bancada radical.
El conflicto entre bandos rivales del MAS —circunscrito hasta hace unos días a la Asamblea, los tribunales de justicia y los medios de comunicación— está en una espiral ascendente que parece imparable, como lo advierte el, ahora, examigo de Morales —y su vicepresidente durante casi 14 años— al recordarle que ya no preside el país y recomendarle “dejar gobernar al presidente Luis”.
El mayor partido del país se fractura, como ocurrió con otras agrupaciones políticas que ejercieron el poder gubernamental. Pero en este caso, quizás por ser también el que más tiempo estuvo en función de gobierno, la descomposición del MAS amenaza con agravar las crisis que enfrenta el país.