Estamos solo en el inicio de la época de lluvias y ya comenzaron a ocurrir desastres provocados por las precipitaciones: en Tarija, en La Asunta, La Paz y Sucre. Y las alertas de posibles crecidas de ríos, emitidas por el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología, son más frecuentes: tres dos semanas.
Pocos fenómenos naturales son tan recurrentes en nuestro país como las inundaciones que se producen todos los años entre noviembre y marzo, época en la que además del ingrato inventario de los daños provocados por las precipitaciones, nos lamentamos de la falta de medidas preventivas que mitiguen los efectos de las lluvias.
Este año se constata una preocupación temprana de algunos gobiernos municipales para prevenir los posibles desastres, como en Tiquipaya, donde la cuenca Taquiña es una amenaza, o en la ciudad de Cochabamba, cuya Alcaldía activó un plan de contingencia para atender posibles desastres.
Otras instancias estatales ejecutan acciones preventivas, como el Ministerio de Defensa, cuyo coordinador en Cochabamba alertó hace pocos días acerca de las condiciones de la cuenca del río Rocha en la región metropolitana de Cochabamba.
“Se ha hecho una inspección desde Sacaba hasta Vinto para ver cómo están las cuencas y los ríos. Hemos encontrado que es un desastre, que están llenos de lodazales, tierra y basura”, lamentó ese funcionario al informar de las solicitudes planteadas a las alcaldías de los municipios correspondientes para que realicen trabajos preventivos.
Todas son iniciativas valiosas que evidencian la diligencia de funcionarios responsables y su impacto seguramente mitigará el efecto de los futuros desastres y conseguirá que los afectados reciban ayuda en el menor tiempo posible.
Pero no es suficiente, pues se trata de medidas localizadas en territorios delimitados y, debido a la creciente intensidad de los fenómenos naturales, es necesaria una política de Estado de alcance nacional y de prolongada vigencia.
“Se puede esperar que el cambio climático se manifieste a través de lluvias torrenciales más fuertes, las que ocasionarán inundaciones más frecuentes y también más dañinas. Esto implicará un aumento en la vulnerabilidad de Bolivia ante estos eventos”, señala una monografía sobre el tema, publicada en 2014 por el Banco Interamericano de Desarrollo.
Es una perspectiva grave ante la cual urge la adopción de estrategias que trasciendan la reacción estatal a las emergencias, pues, como recomienda esa publicación en sus conclusiones, “la adaptación para enfrentar los impactos del cambio climático es fundamental para el futuro. La capacidad de planificación y adaptación no debe aparecer solamente cuando se presenta un desastre, por lo que es necesario fortalecer (y en todo caso crear) la capacidad de adaptación en el país”.