Mas allá de su impacto mediático, el caso Pelicot —cuyo juicio concluyó ayer en Aviñón, Francia, con sentencias de prisión para los 51 condenados por violación a la esposa de uno de ellos— motiva reflexiones acerca de este tipo de sucesos y la manera como la sociedad los percibe.
Lo primero que interpela en este asunto es la valentía de la víctima, una mujer de más de 70 años que se enteró de lo que su marido y otras 70 personas habían hecho con ella mientras estaba inconsciente, sólo cuando la policía le mostró los videos de los vejámenes de los que fue objeto.
Durante una década, su esposo la drogó, sin que ella lo supiese, con ansiolíticos y somníferos, e invitó a decenas de hombres a violarla en su casa mientras los filmaba.
El hombre fue arrestado en supermercado por filmar a una mujer por debajo de su ropa, la policía confiscó sus dos teléfonos y su computadora portátil, donde halló más de 20 mil videos y fotos de su esposa siendo violada.
En el juicio, ella renunció voluntariamente a su anonimato, que sin embargo está garantizado a las víctimas de delitos sexuales en Francia. Al hacerlo, reavivó el debate sobre la violación en las relaciones y los matrimonios. Como muestra este caso, cualquier persona puede ser víctima de esas vejaciones y en su propia casa.
Otra lección del caso es que el agresor sexual puede ser cualquiera persona. Como lo mostraron los videos y se identificaron en el juicios los condenados tiene tienen entre 26 y 72 años, y son jardineros, periodistas, plomeros, informáticos. Son padres y maridos.
Ni los que participaron en las violaciones, ni los que no llegaron a hacerlo, pensaron jamás en ir a denunciar lo que hacía con su esposo el hombre que los invitó a esas sesiones de perversión. Eso evidencia que la tolerancia con esos hechos y la capacidad de perpetrarlos es un problema generalizado.
“Eso es lo que las feministas ya sabíamos, pero permitió que otras personas, la población francesa, lo vieran. Y eso ha contribuido a acelerar una toma de conciencia”, reflexiona la presidenta de una ONG francesa activa en la defensa de los derechos de las mujeres.
Esa agrupación junto a medio centenar de otras similares consideran que “gracias a la valentía de Gisèle Pelicot, que decidió hacer público el juicio de sus violadores, ya nadie puede hacer la vista gorda ante el horror de la violencia sexual y su espantosa banalidad”.
Depende de cada uno de nosotros que estén en lo cierto.
La señora Pelicot se ha convertido, con razón, en una heroína feminista en Francia y el mundo. Su disposición a hablar abiertamente sobre su experiencia ya está ayudando a disipar los estereotipos sobre quién sufre violencia doméstica o sexual y cómo se espera que responda.