El último Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional ubicó a Bolivia en el puesto 25 de entre 32 países de las Américas. Eso significa que, según esa medición, nuestro Estado se encuentra entre los más corruptos del continente, superado sólo por México, Paraguay, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Haití y Venezuela.
Pero cuando fue entrevistado por un programa televisivo de su país, el supuesto narcotraficante Sebastián Marset afirmó que Bolivia es más corrupto que Paraguay y parece que él sabe de lo que está hablando.
El primer hecho irrefutable es que Marset ya no está Bolivia sino viviendo en una mansión en medio de la selva, en algún lugar a salvo de los sicarios de la justicia boliviana. ¿Cómo salió del país? Él dijo que le avisaron y tan a tiempo que pudo planificar una fuga tranquila junto a su familia. El “pitazo”, desde luego, tuvo un precio y tuvo que ser alto. Eso es corrupción.
Segundo hecho irrefutable: Marset tenía documentación boliviana; certificado de nacimiento, cédula de identidad y pasaporte que obtuvo en apenas 12 días cuando obtener por lo menos este último tarda semanas. Los documentos, desde luego, son falsos, así que se vulneró normas en el Servicio del Registro Cívico (Serecí), Servicio General de Identificación Personal (Segip) y Dirección General de Migración. Eso es corrupción.
Pero hay un detalle del que pocos han hablado: las fechas en las que Marset consiguió su documentación boliviana, obviamente pagando buenos sobornos. El informe oficial, del Viceministerio de Defensa Social y Sustancias Controladas, señala que fue extendida entre el 11 al 22 de abril de 2019; es decir, en los últimos meses del gobierno de Evo Morales. Más aún, la funcionaria que extendió el pasaporte fue Rebeca Barboza Achacollo, hija de la exministra Nemesia Achacollo: más corrupción.
Entonces, si de corrupción se trata, Marset tiene razón y el ministro de Gobierno no puede hacerse al machito señalando lo contrario. Hay pruebas por toneladas.
Y, si se trata del Serecí, yo ya denuncié, en esta columna, que esa entidad ha cerrado su base de datos con 14 candados y, a contrapelo de la tendencia mundial de abrir lo más posible los accesos a la información pública, la ha convertido en un búnker que está especialmente cerrado para los periodistas. Si algún oficial concede acceso, lo despiden de inmediato. ¿Y sabe desde cuándo cerraron así el Serecí? Desde que Carlos Valverde reveló que existía una partida de nacimiento del hijo de Evo Morales con Gabriela Zapata.
En otras palabras, el Serecí se cerró para la mayoría de los bolivianos, pero se abrió facilito para darle un certificado de nacimiento falso a un extranjero acusado de narcotráfico. Eso es hipercorrupción.