La Constitución salvadoreña no autoriza la reelección presidencial. Lo que sus redactores no pudieron prever es que en el camino emergiera un líder del calibre de Nayib Bukele.
El presidente más joven de la historia de El Salvador, nacido en 1981, logró respaldo popular inusitado, lo que le ha permitido, primero, borrar el sistema de partidos (Arena/FMLN) y segundo, formar un partido, Nuevas Ideas, que hoy por hoy tiene el monopolio del poder.
¿Cómo se logra semejante concentración de fuerza? Todos los análisis coinciden en asustarse o celebrar por el fin de las pandillas en El Salvador. Más de 500 días sin homicidios indican una realidad palpable: la paz y la seguridad se impusieron en el país más inseguro de América Latina. Cuesta creer que semejante castigo haya cesado. Hoy Bukele tiene 70 por ciento de respaldo y camina a la reelección segura en febrero. Sus rivales no pasan del 4 por ciento.
Los más adversos a Bukele le reconocen ese mérito. Los periodistas independientes Óscar Martínez (El Faro), César Fagoaga (Factum) y Claudia Ramírez (La Prensa gráfica) coincidieron en una mesa redonda en diciembre en que Bukele ha desarticulado a las redes criminales.
Los tres criticaron duramente al Gobierno, pero no pudieron negar que El Salvador es hoy un país tranquilo.
Los tres afirman que en 2024 nacerá una dictadura, pese a lo cual sus críticas chocan con el sentido común de la gente que aplaude a Nuevas Ideas. “Que este año vayamos a cerrar con una tasa de homicidios tan baja es gran noticia”, dijo Martínez.
¿Qué habría que lamentar? Martínez cita cuatro elementos: la violación de derechos humanos, el fin de la democracia, cárcel para 1,4 por ciento de la población y la tortura.
El Salvador es expresión viva de una gran paradoja: un gobierno democráticamente electo cosecha éxitos, anula a sus adversarios y corre el riesgo de quedarse solo en el poder. ¿Es dictadura un gobierno que la gente ama?