Los bolivianos hemos llegado al Censo Nacional de Población y Vivienda con más dudas que certezas. Salvo los voceros del gobierno central y sus sectores afines, hoy reducidos a la fracción arcista, la mayoría desconfía de la transparencia del proceso iniciado a fines de 2022, a tropezones y sólo por la presión ejercida casi exclusivamente por Santa Cruz.
Sobran razones para justificar esa desconfianza. Entre ellas no sólo las que tienen que ver directamente con las tareas definidas por el gobierno de Arce para realizar el Censo, sino también las innumerables acciones ejecutadas en lo que va de esta gestión, contrarias a promesas hechas en la campaña 2020 y en la posesión del nuevo gobierno.
Nada de ello, resultado de improvisaciones o de errores cometidos por el Gobierno. Todo lo contrario. Cada decisión tomada por el presidente Arce y su equipo obedece al proyecto iniciado en 2005 bajo el mando de Evo Morales. La no realización del Censo en 2022 y su forzada postergación hasta este 2024 es apenas una más, y no la última, en ese propósito.
Basta recordar la justificación dada en julio de 2022 para postergar el Censo. El Gobierno dijo entonces que “problemas técnicos” y “la necesidad de conseguir datos de calidad mediante la despolitización del proceso” lo obligaban a tomar esa medida. Ninguna de las dos excusas fue probada como cierta. Todo lo contrario. A 2024, ambas sí son reales.
Problemas técnicos y de logística han marcado el trabajo previo, la jornada de ayer y dan señales de que continuarán complicando la etapa post censal. Por lo demás y a diferencia de 2022, este 2024 sí es un año politizado, y tanto el oficialismo como la oposición así lo preveían. No es casual que el año, el mes y el día hayan sido elegidos para el Censo.
No es necesario entrar en detalles aquí. El hecho concreto es que es un proceso politizado al que hemos llegado con una desconfianza alimentada desde hace más de una década -y no apenas en lo que va de la gestión de Arce-, y cuyo impacto afecta no solo al Censo, sino también a otros procesos políticos, electorales y decisivos que ya están en marcha.
Las elecciones judiciales truncadas y postergadas hasta ayer, las primarias que aún están en duda y los comicios generales previstos para 2025, pero que ya marcan la agenda del presente año, ya sienten ahora y padecerán más en el futuro inmediato los efectos de esa desconfianza creciente en todo lo que hace y haga el Gobierno, y también la oposición.
De hecho, ya es evidente que oficialistas y opositores son vistos con desconfianza por un número cada vez mayor de bolivianos. Un dato que debería ser de preocupación para los políticos que están en cancha, en la disputa de la representación ciudadana y del poder que se concentra en el mando del Ejecutivo. Debería ser, pero no es. En absoluto.
Y esto sí debería preocuparnos. No tener en quién creer, a quién confiar la representación de la ciudadanía, profundiza una crisis que ya no es sólo política, sino que trasciende a los partidos y llega a lo más profundo y significativo para una sociedad que dice aspirar a vivir bajo un sistema democrático, pero a la que le cuesta cada vez más acercarse a ese ideal.
La realidad no es para nada auspiciosa en este momento. Menos aún lo es si se proyecta a mediano y largo plazo. Un periodo amenazado desde ayer por estallidos de violencia que pueden repetirse y superar los picos alcanzados por los ya vividos en los últimos años, a partir de lo que suceda en esta etapa post censal. Y no sólo como consecuencia del Censo.
¿Estaremos listos para enfrentar y superar esos estallidos de violencias? ¿Tendremos la inteligencia y capacidad para revertir todo, romper el círculo vicioso en el que estamos atrapados por la persistencia y eficacia del ejercicio de poder autoritario que caracteriza al MAS, sea el Evo o el de Arce, y también por la ineficacia y el desacierto de la oposición?
También frente a este panorama hay más dudas que certezas. Desánimo y desconfianza ciudadana, además. Es posible que las dudas sean disipadas y las certezas confirmadas a partir de lo que suceda en las próximas semanas. Es posible también que el desánimo y la desconfianza se profundicen, lejos de ser revertidos. Todo está en nuestras manos, que son muchas y no siempre coinciden en un apretón, porque están cerradas en un puño.