El censo, que servirá para “muchas cosas”, está de moda y ¿por qué no decir unas cuantas palabras referidas a un gracioso cuando no grotesco fenómeno colateral?
Es común que un pueblo que conquista a otro, ya sea por la fuerza (guerra) o por asentamientos humanos pacíficos (migraciones), imponga al conquistado sus usos, costumbres, creencias religiosas, su leguaje, etc., pero existen situaciones en las que el conquistador resulta siendo conquistado.
Según datos publicados, el 60 por ciento de la población en Santa Cruz está constituida por gente del occidente y cerca del 17 por ciento, por migrantes extranjeros, italianos, colombianos, croatas, españoles, alemanes, argentinos, chinos, menonitas, rusos y otros, de donde resulta que sólo el 23 por ciento sería auténticamente originario de Santa Cruz.
El genuino cruceño se expresaría en dos ramas étnicas. Por una parte, el que tendría un único ancestro español desde que Ñuflo de Chávez fundara Santa Cruz de la Sierra y, por otra, el mestizo cruceño, producto de la mezcla del conquistador ibérico con una o un aborigen cruceño. Algunos de ambos segmentos cruceños han optado por emparentarse con un occidental llamado colla o con un extranjero contemporáneo, además de que gran número de cruceños ha migrado al extranjero.
En Santa Cruz se ha producido un vaciamiento poblacional cruceño y ha sido conquistada por gente de otras latitudes, y de pequeño pueblo ha pasado a ser ciudad, para hoy convertirse en una enorme metrópoli con organización caótica sin orden ni ley.
Es notable que siendo los collas la mayoría de la población de Santa Cruz y los cruceños la minoría, es decir los unos conquistadores y los otros los conquistados, los primeros procuren adoptar formas culturales de los segundos produciéndose en algunos sectores un sincretismo cultural.
El colla, que tiene su propia forma de hablar el español, que habla su idioma vernacular, quechua o aimara junto a un español, en casos mal pronunciado, se esfuerza en hablar como cruceño, quien, a su turno, también habla mal el español (no decimos camba, porque este término posee otras connotaciones) surgiendo entre muchos de los inmigrantes collas un nuevo y raro lenguaje, mezcla de palabras de ambas lenguas mal habladas, haciéndose difícil la comprensión de su lenguaje, con una aclaración más: esa forma de hablar mal el español de parte del cruceño se debe a que en tiempos de la conquista y hasta en un muy largo periodo de la República, éste vivió en extremo aislamiento del resto del país, encierro que dio lugar a que nazcan en esa sociedad usos y costumbre singulares y con ello una forma distinta de hablar el español, en la que, sólo a modo de ejemplo, desaparece la letra “s” y se la reemplaza por la “j” al final de las palabras.
El colla asentado se esfuerza a toda costa por parecerse al cruceño conquistado, resultándole mayormente un indescifrable hablar que finalmente no tiene modo colla ni cruceño, y también cambia en su comportamiento social, así de su clásico estilo taciturno o introvertido pasa a mostrarse eufórico, habla gritando, lanza carcajadas estridentes, se viste como lo que él mal llama “a lo camba”, es decir se camufla, niega su origen; en el fondo, se avergüenza y trata de parecerse a sus minoritarios conquistados.
Existe un caso jocoso. Aprestándonos a viajar de Santa Cruz de la Sierra a occidente, ya dentro del bus o del avión, muchos pasajeros intercalan conversaciones con claro acento cruceño, lo gracioso es que ya aproximándonos a las terminales de occidente de pronto esa misma gente cambia y empieza a conversar con modismos y dejos collas quedando uno confundido al no saber de dónde son estas personas. El mismo fenómeno se da al retorno, pero a la inversa, en la que todos conversan con dejo colla, pero llegando a Santa Cruz de pronto todos hablan como cruceños. Este fenómeno delata la ubicua e inestable personalidad de los conquistadores.
Desde luego, hay collas que viven desde hace 50 o más años en Santa Cruz y no han cambiado en su modo de hablar occidental ni en sus costumbres, son personas de fuerte cultura y solvente personalidad.
Ya en la actividad económica, el occidental asentado en Santa Cruz no pierde el tiempo pensando en su origen, afiebrado por su ingreso en el circuito económico del capital.
¿Será este el plurinacionalismo sin identidad?
El autor es jurista