Alrededor de las 9 de la noche del miércoles pasado, el ministro de Gobierno presentó al excomandante del Ejército Juan José Zúñiga y al Vicealmirante Juan Arnez frente a la prensa como simples delincuentes; enmanillados y empujados por los policías, humillados frente a las cámaras de televisión. Nadie trata de ese modo a quien se supone seria su compinche. No fue un teatro montado como lo indican decenas de analistas, legisladores, líderes de la oposición (incluido del ala evista del MAS) y el mismo Zúñiga al momento de ser detenido. ¿Qué general estaría dispuesto a ser maltratado de ese modo en público, presuntamente para reparar la alicaída legitimidad del gobierno de Arce Catacora? ¿Un sacrificado y devoto Zúñiga? ¿Qué es lo que gana con ello este general, el principal perpetrador del intento de toma del gobierno del día de ayer?
Hoy encarcelado y en los umbrales de un juicio que se le está abriendo por alzamiento armado, parece más bien haberlo perdido todo. Sin sustento real más que la especulación de quienes buscan ganar rédito político de los eventos para desprestigiar aún más al maltrecho gobierno de Arce Catacora, la hipótesis del teatro montado carece de lógica, se desmorona por absurda. Pero una importante corriente de opinión la sostiene a duras penas, como si se intentara fijar ropa mojada en plastoformo con un par de alfileres.
En sus declaraciones a la prensa durante la tarde de ayer, Zúñiga indicó que todas las unidades del ejército se estaban movilizando. Varios testigos indicaron que hubo movimiento de tropas en otras partes del país (por ejemplo en Oruro y Viacha). Zúñiga dijo que había un gran malestar en el ejército y durante el resto de la tarde, encerrado en su tanqueta y hablando por celular con varios contactos, esperó el acoplamiento de esas unidades que, según se puede colegir de lo que dijo, habían comprometido su participación.
Al día siguiente declararía en la Policía que: “las unidades de Viacha tardaron en llegar, también el personal de la Armada y de la Fuerza Aérea no pudieron llegar ya que se decidió que se realizaría el levantamiento el día miércoles 26 de junio a horas 11:00, ya que se encontraban todos los comandantes de las fuerzas militares, cabe mencionar que la totalidad de personas que mencioné anteriormente en la presente entrevista policial se encontraban el día de hoy en mi oficina del Comando General del Ejército a horas 11:00” (Los Tiempos, 27 de junio de 2024). Se quedó solo aparentemente por problemas logísticos. Después de que Arce Catacora nombró un nuevo comandante en jefe, los soldados abandonaron la plaza Murillo y a él no le quedó otra que escabullirse. Fracasó el golpe.
Esto indica que las tendencias progolpistas están muy presentes entre los militares. El desprestigio del gobierno y del legislativo los está volviendo cada vez más intrépidos. Su intervención en noviembre de 2019, cuando pidieron la renuncia de Evo Morales y las declaraciones del general Zúñiga del lunes pasado, en el sentido de que el ejército haría valer su brazo armado para impedir que Evo Morales sea candidato presidencial, muestra que están deliberando e interviniendo en la política. A ello se suma la nueva tentativa de golpe del miércoles, cuando Zúñiga intentó hacerse del gobierno y dijo que cambiaría el gabinete.
Los hechos señalados perfilan una tendencia. No fueron aislados. Conforme la crisis se agudice, pienso que en el futuro próximo volveremos a ver a los militares interviniendo en la política.