En Bolivia, quizás por fuerza de las circunstancias, existen algunas palabras que son mágicas: basta decir Evo Morales o, incluso ,Luis Arce e inmediatamente se despierta el interés. Muchos vuelcan su atención sobre lo que hacen o no hacen los nombrados, actualizándolos consciente o inconscientemente en su imaginario. Hay otras formas de denunciar lo inaceptable.
Todas las desdichas que pasan en el país pierden interés si no están vinculadas a notas sobre los mencionados o que hacen referencia ellos. Parecería que una mezcla de masoquismo con humorismo se ha apoderado de la gente, y es que estos personajes provocan diversión avinagrada con las disparatadas mentiras que emiten hasta convertirse en piezas humorísticas que provocan ira y risa a la vez.
Ahí se tiene cuando los artículos de primera necesidad tienen precios inaccesibles para los hogares y se les dice a las amas de casa “¡vayan al mercado que allá gozarán de alegría al ver que los alimentos básicos tienen precios regalados!” o cuando existiendo colas de kilómetros en los surtidores de combustibles se asegura que el suministro de estos es normal o cuando se dijo que Bolivia se parecía a Suiza llena de felicidad y ante semejantes imbecilidades la gente se ríe mordiéndose los labios.
A este propósito Thomas Hobbes en su Leviatán señalaba que la risa es el resultado directo de la idea de que la otra persona que hace o dice absurdos es inferior a uno mismo, por ejemplo, cuando un amigo se choca contra un poste y nos reímos, en nuestro subconsciente nos sentimos superiores respecto de él al que automáticamente lo consideramos tonto o torpe.
Quizás por eso sean aguantables y hasta requeridas las noticias sobre los personajes políticos nombrados que hacen y dicen disparates porque en el fondo el destinatario del absurdo maquinalmente se siente superior a estos personajes.
Lo interesante es que estos “plurinacionales” tragicómicos están secundados por “opositores”, verdaderos juglares modernos que tratan de llamar la atención con sus coplas recontraconocidas por todos, para luego muchos de estos encallar en el transfugio que, por lo demás, sospechosamente nunca es sancionado.
Y desde luego que muchos de estos inservibles quieren ser nuevamente diputados o senadores porque dice que este apetito es un… ¡derecho humano!
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