Tottenham Hotspur no decepcionó a su afición. En el partido que ningún aficionado Spurs quería ganar, el Manchester City se impuso, con un doblete de Erling Haaland tras 51 minutos de tensión y un paradón de Stefan Ortega a Heung-min Sone en los minutos finales 0-2; y la cuarta Premier League seguida para los de Pep Guardiola está a un triunfo de distancia.
Pocas veces, por no decir ninguna, un aficionado del Tottenham celebraría un gol en contra de su equipo, pero eso es lo que ocurrió ayer en el norte de Londres. Cuando Haaland desabrochó el 0-0 en la segunda parte (6’ ST), la tensión del estadio se diluyó, tanto la de la afición del City, que veía la liga alejarse, como la del Tottenham, que no quería ayudar ni un ápice al máximo rival, el Arsenal, que confiaba en un milagro para llegar con muchas más opciones de ganar la Premier este domingo.
El último aliento de esperanza del Arsenal, de quien no apagara el televisor con el tanto de Haaland, se marchó en ese disparo del surcoreano, al que siguió un penalti sobre Doku que convirtió Halaand (46’ ST) para sellar una derrota dulce para la afición del Tottenham y acerca al City a la corona.
Mas allá de su impacto mediático, el caso Pelicot —cuyo juicio concluyó ayer en Aviñón, Francia, con sentencias de prisión para los 51 condenados por violación a la esposa de uno de ellos— motiva reflexiones acerca de este tipo de sucesos y la manera como la sociedad los percibe.
Un investigador actual, Kevin Passmore, define al fascismo como “un conjunto de ideologías y prácticas que busca colocar a la nación, definida en términos exclusivos biológicos, culturales y/o históricos, por encima de todas las demás fuentes de lealtad, y crear una comunidad nacional movilizada”.
Un investigador actual, Kevin Passmore, define al fascismo como “un conjunto de ideologías y prácticas que busca colocar a la nación, definida en términos exclusivos biológicos, culturales y/o históricos, por encima de todas las demás fuentes de lealtad, y crear una comunidad nacional movilizada”.
EDWIN CACHO HERRERA SALINAS
Octubre es mes de temblores políticos y sociales en Bolivia. La guerra del gas en octubre de 2003 derivó en la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada y su huida a Estados Unidos. El fraude electoral en octubre de 2019 desató una grave crisis política que incluyó la dimisión y fuga de Evo Morales a México y Argentina. Sí. Octubre trae remezones, de esos que hacen que la gente reflexione, asuma, actúe y se rebele.
Octubre es mes de temblores políticos y sociales en Bolivia. La guerra del gas en octubre de 2003 derivó en la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada y su huida a Estados Unidos. El fraude electoral en octubre de 2019 desató una grave crisis política que incluyó la dimisión y fuga de Evo Morales a México y Argentina. Sí. Octubre trae remezones, de esos que hacen que la gente reflexione, asuma, actúe y se rebele.
EMILIO MARTÍNEZ CARDONA
La salida del gabinete del ministro de Justicia, Iván Lima, mostró que existen líneas rojas que no deben cruzarse en la interna del masismo, al menos para los mentores autoritarios internacionales, que siguen viendo a Evo Morales como una ficha de utilidad.
La salida del gabinete del ministro de Justicia, Iván Lima, mostró que existen líneas rojas que no deben cruzarse en la interna del masismo, al menos para los mentores autoritarios internacionales, que siguen viendo a Evo Morales como una ficha de utilidad.
De ida al colegio, sosteniendo una plantita sembrada en la base de una botella, mi hija de siete años observaba en silencio el paisaje urbano: montañas de basura en aceras y jardineras, focos de incendio en el Tunari y el horizonte sucio por el humo negro del tráiler que teníamos delante. “No es el apocalipsis, Martina, Cochabamba es así en septiembre”, le dije, mirándola por el retrovisor.
De ida al colegio, sosteniendo una plantita sembrada en la base de una botella, mi hija de siete años observaba en silencio el paisaje urbano: montañas de basura en aceras y jardineras, focos de incendio en el Tunari y el horizonte sucio por el humo negro del tráiler que teníamos delante. “No es el apocalipsis, Martina, Cochabamba es así en septiembre”, le dije, mirándola por el retrovisor.