A partir de ahora, Cochabamba le rinde homenaje a uno de sus hijos más notables, el ingeniero Julio León Prado, con una plaza embellecida por pavorreales gigantes y más de 13 mil especies forestales, ubicada en las proximidades del aeropuerto y que le dará la bienvenida a los que pisen esta tierra.
“Me siento muy emocionado por este acto que me brindan hoy en mi Llajta. Realmente, agradezco al Alcalde, que ha hecho posible este homenaje. Gracias, señor Alcalde; gracias, cochabambinos, de todo corazón”, expresó el homenajeado, de 98 años de edad.
Una muestra del gran aporte de Julio León Prado a su región es el Proyecto Múltiple Misicuni con su empresa ICE Ingenieros, la represa más grande de Bolivia y la solución al déficit hídrico de la metrópoli.
El alcalde Manfred Reyes Villa contó que se buscó un nombre especial para la plaza que está en la entrada a la ciudad e, incluso se cambió la normativa del Concejo Municipal para poder rendir un homenaje en vida a “un gran patricio cochabambino”.
“Yo podría nombrar varios proyectos que él ha hecho en Cochabamba, pero el más importante es Misicuni. Imagínense: sólo teníamos Wara Wara y Escalerani; qué hubiera estado haciendo ahora Cochabamba si no hubiéramos tenido Misicuni. Realmente, hubiera sido una crisis muy grande”, remarcó.
Explicó que Emavra colocó unas rocas en la plaza de las que brota el agua para representar “todas las piedras y vicisitudes” que tuvo el megaproyecto, pero que, pese a todo, se hizo realidad gracias a personas como este emprendedor. “Por eso era importante reconocer a don Julio León Prado y que sepa que su nombre va a quedar en el corazón de los cochabambinos”, manifestó.
La construcción de la plaza fue encomendada a la Empresa Municipal de Áreas Verdes y Recreación Alternativa (Emavra). Está emplaza en una superficie de 9.436 m2 y resalta por su colorido, pasillos, vegetación y dos pavorreales de siete metros. Además, tiene una plaqueta y escultura del empresario.
Con la entrega de la plaza, la Alcaldía de Cochabamba dio inicio a la inauguración de las obras por el 214 aniversario del departamento, el 14 de septiembre.
Mientras los titulares e imágenes de los incendios forestales que devastan grandes extensiones del país ocupan nuestra atención, una crisis igualmente apremiante avanza en silencio en el valle alto de Cochabamba: la sequía. A pesar de su menor visibilidad mediática, la falta de agua está provocando estragos en las comunidades rurales y urbanas de la región, y sus efectos a largo plazo pueden ser tan devastadores como los incendios.
En los últimos días, Bolivia ha enfrentado una creciente desconfianza hacia el Censo de Población 2024, realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La diferencia entre los 11.3 millones de habitantes reportados y los 12.3 millones proyectados ha generado escepticismo entre autoridades locales, líderes cívicos y ciudadanos. El Gobierno ha defendido el censo como el “mejor de la historia,” lo cual ha contribuido a politizar el debate.
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El efectuar críticas casi cotidianas sobre el actuar patológico de la jurisdicción constitucional del país no conduce a nada.
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En aquella tarea, en la mayor parte de los casos un tanto mecánica y dicotómica, de buscar causas y responsables del mayor ecocidio y desastre ecológico producido en Bolivia, hay muchos puntos de vista.
En mi anterior columna, había adjudicado esa ignominiosa responsabilidad al expresidente Morales, al régimen y su partido. Los datos son elocuentes. Con el discurso del “vivir bien” se convirtieron en los más perversos depredadores de la Madre Tierra.
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Escenas apocalípticas surcan incesantes y veloces por medios y redes sociales imprimiendo horror en las pupilas y en la conciencia de los usuarios, sean quienes sean. Se integran en una saga de largometrajes anuales sobre la base de la cual Bolivia ocupa el tercer lugar en el mundo en materia de incendios, luciéndose como un hueco en hundimiento sostenido. Imágenes satelitales y fotografías aéreas tiñen de rojo Bolivia en el centro del espacio de Sudamérica.
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