En los últimos días, Bolivia ha enfrentado una creciente desconfianza hacia el Censo de Población 2024, realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La diferencia entre los 11.3 millones de habitantes reportados y los 12.3 millones proyectados ha generado escepticismo entre autoridades locales, líderes cívicos y ciudadanos. El Gobierno ha defendido el censo como el “mejor de la historia,” lo cual ha contribuido a politizar el debate. Por otro lado, el INE ha ofrecido una explicación parcial, atribuyendo la discrepancia a la menor fecundidad y a los efectos del Covid-19. Sin embargo, esta justificación ha suscitado aún más preguntas, especialmente sobre por qué no se ajustaron las proyecciones a las nuevas tendencias observadas.
Esta gran diferencia en el Censo 2024 plantea dudas sobre la calidad y precisión de los datos. Errores similares han ocurrido en censos anteriores en Brasil, Colombia y Chile, donde los problemas en los datos también afectaron la confianza pública y la eficacia de las políticas. En Brasil 2022, la población fue subestimada en regiones clave debido a problemas logísticos y financieros, lo que muestra cómo la falta de cobertura puede influir en la asignación de recursos y decisiones gubernamentales. En Colombia 2018, la subestimación de poblaciones vulnerables reveló deficiencias en la metodología censal, afectando la planificación de políticas públicas. Chile 2012 mostró inconsistencias en áreas remotas y entre la población migrante, evidenciando problemas en la precisión de los censos.
La situación en Bolivia refleja estos problemas regionales y destaca la necesidad de revisar y mejorar los procesos censales. La diferencia del 8,24% entre la población proyectada y la censada es considerable, especialmente comparada con el error del 4,69% en el censo de Brasil 2022 y el 0,79% en el de Perú 2017. El caso colombiano de 2018 también es relevante, con una diferencia del 9,1%, lo que muestra que las inconsistencias en los datos censales pueden variar significativamente entre países. El promedio de error regional antes de 2020 era del 5,7%, por lo que el desempeño del INE en Bolivia puede ser cuestionado.
La falta de ajuste en las proyecciones del INE ha intensificado la desconfianza. Un ajuste basado en la disminución esperada en la tasa de natalidad y en las tendencias observadas en otros países podría haber reducido la discrepancia y manejado mejor las expectativas. Sin embargo, el INE no realizó estos ajustes, lo que resultó en una discrepancia inesperada que ha alimentado la desconfianza pública.
El problema se agrava por la ausencia de una encuesta poscensal adecuada, que podría haber corregido errores de omisión. El ejemplo del censo en Perú en 2017, donde una Encuesta de Evaluación Censal identificó una población omitida del 5,94%, ilustra la importancia de contar con mecanismos para ajustar y validar los datos censales. Las encuestas poscensales son cruciales para identificar y corregir omisiones, y su falta en Bolivia contribuye a la falta de credibilidad.
Las universidades públicas, cuya misión es la investigación y que cuentan con financiamiento estatal, deberían desempeñar un papel más activo en la evaluación y validación de los datos censales. Sin embargo, estas instituciones parecen haber carecido de la voluntad o capacidad necesarias para cuestionar o validar los datos preliminares del INE. La falta de participación de las universidades en todas las etapas del censo es preocupante. Ahora, enfrentan el desafío de involucrarse en la encuesta poscensal y en estudios de fecundidad para demostrar la validez del censo, corregir posibles errores o, si fuera necesario, rechazar el Censo 2024.
Además, el clima de desconfianza generado por rumores y afirmaciones sin fundamento ha llevado a que muchas familias no proporcionen datos completos sobre sus jefes de hogar. Esta falta de información afecta la calidad de los datos censales y subraya la necesidad de desarrollar metodologías de investigación y estadísticas que puedan abordar estos problemas y restaurar la confianza en el proceso censal.
Para restaurar la credibilidad del Censo 2024 y de futuros censos, es esencial priorizar los aspectos técnicos y evitar la influencia política en el manejo de los datos. Las autoridades deben abstenerse de hacer comentarios que politicen el proceso, y las autoridades subnacionales deben enviar a sus expertos más calificados para basar sus evaluaciones en datos y conclusiones técnicas. Sólo con un enfoque riguroso y transparente se podrá garantizar que el censo se convierta en una herramienta confiable para la toma de decisiones y la formulación de políticas.
En conclusión, la crisis de confianza generada por las inconsistencias en el Censo 2024 en Bolivia refleja problemas similares en censos anteriores en la región. Para evitar que estos errores se repitan, es crucial mejorar la planificación, ejecución y comunicación de los censos. Implementar encuestas poscensales, involucrar a instituciones académicas en la validación de datos y abordar las deficiencias metodológicas son pasos fundamentales para restaurar la credibilidad y asegurar que los censos sean una base sólida para políticas públicas efectivas y justas.