En los últimos días se han publicado los resultados de algunas encuestas, que dan primacía a ciertos potenciales candidatos (recordemos que todavía no tenemos ningún candidato oficial, las encuestas han salido sumamente adelantadas al proceso electoral). Este temprano lanzamiento es síntoma del malestar que existe en el país como parte de la creciente crisis económica y de la decadencia institucional que hacen desear un giro de timón al boliviano.
Más allá de lo cuestionable o no de los resultados de las encuestas, queda claro que una apabullante mayoría del país se está desesperando pues, a diferencia de principios de año, la crisis ya no se puede negar diciendo que se trata de especulación o de exageración de economistas disidentes —incluso se amenazó con procesar a quienes estuvieran propagando las alertas sobre lo bajo que estábamos cayendo en la economía—.
Hoy la subida de precios, la escasez de productos como la crema de leche y ahora el aceite, las declaraciones de empresarios distribuidores sobre el agotamiento del GLP, las largas filas buscando hidrocarburos entre otros, han hecho un mejor papel alarmando a la población que cualquier economista “disidente”.
Es una mala época para el MAS y los políticos parecen ver por fin, un resquicio para arrebatar el poder a los azules. ¿Será suficiente el hartazgo de la gente para hacer un cambio de Gobierno? Es bueno recordar que el kirchnerismo siguió ganando incluso cuando Argentina se encontraba en peores circunstancias que nosotros; ni qué decir de Venezuela, donde los ciudadanos esperaron hasta estar realmente muriendo de hambre para intentar quitarle el poder a Nicolás Maduro, cosa que en última instancia no se logró debido al descomunal fraude llevado a cabo por el mandatario (alguno dirá que no hubo fraude sino que Papá Noel llegó temprano y Maduro se tuvo que quedar nomás).
Así que mucho cuidado con sus pronósticos, y esto no es necesariamente porque la oposición no haya sido capaz de formar un solo frente ya que la primera vuelta servirá para eso: es muy posible que el MAS gane, en especial si va con Andrónico, así que el candidato de la oposición que obtenga el segundo puesto irá a segunda vuelta —si la hay—, recibiendo los votos de los demás opositores, algo parecido a lo que pasó en Argentina con Javier Milei.
Pero en Bolivia no hay un Milei así que en el supuesto caso de que gane Manfred Reyes Villa, Tuto Quiroga o Samuel Doria (o Chi), tendrá un gobierno débil que fácilmente podría ser tumbado por el descontento de la gente; ninguno de ellos tiene base social o mística suficiente como para que la gente salga a las calles a defenderlos.
No sería la primera vez, puedo recordarles que esto ocurrió con Lidia Gueiler en 1980: al iniciar su mandato asumió medidas económicas impopulares como la elevación del tipo de cambio oficial o la subida del precio de los hidrocarburos; la gente estaba tan indignada que Luis García Meza aprovechó para tumbarla… el resto ustedes ya lo saben.
Ojo, no digo que los militares puedan golpear esta vez, pero sí avizoro un vacío de poder que podría generar consecuencias dolorosas y caóticas: un vice asumiendo el poder, que tampoco podrá contentar a la gente, un nuevo llamado a elecciones, warlords (señores guerreros) tomando el poder, todo esto provocando mayor inestabilidad y evitando la aplicación de medidas que puedan resolver nuestra situación. Y es que sin consenso no se puede realizar ninguna reforma seria.
Claro que también existe la posibilidad de que el MAS gane en primera vuelta y ahí habrá que ver qué pasa: si Evo es presidente, seguro querrá hacer lo mismo que Maduro y quedarse para siempre, haciendo caso omiso al hambre de la gente. Quiero creer que si Andrónico llega al poder será menos tiránico, pero dudo mucho que se anime a ponerse en contacto con el FMI, que es el único que nos puede prestar dinero para paliar nuestra crisis, aunque con condiciones que pueden no gustar al gremio al que pertenece el joven delfín del MAS.
No es un panorama alentador el que tenemos frente a nosotros: somos como el padre de familia que ganaba muy bien, pero que repentinamente fue despedido y no le dijo a su familia y siguió gastando en ropa de marca, celulares caros y viajes por el mundo; se gastó todos sus ahorros y ahora tiene que hacer filigranas para pagar las cuentas de luz y agua. Sus hijos empezaron a sospechar hace tiempo, pero decidieron vivir en negación. Ahora, a toda esa familia, se la va a llevar la chingada, o si quieren ser puristas, como decía mi profesor de economía política: “q’ir la gallina”.