Mucho se ha escrito sobre las maravillas del Parque Nacional Toro Toro y muy poco de los atractivos que puede tener la ruta entre Tarata y el punto más bajo de la ruta que conduce a Toro Toro desde Cochabamba, a menos de 110 kilómetros de la ciudad, y unos 20 kilómetros antes del parque, a dos horas de viaje.
Es una carretera que atraviesa al menos tres pisos ecológicos después de Tarata, que está a unos 40 minutos de viaje desde Cochabamba.
Hay muy pocas comunidades próximas a la vía o visibles desde ella. Aquí reina la naturaleza en todo su esplendor: accesible solo con la mirada en las paredes de roca viva que rodean las quebradas o sobresalen del declive de los cerros, o amable como para antojarse a una caminata en las lomas y depresiones cercanas.
A partir de Tarata el paisaje urbano se desvanece y aparecen sembradíos.
Luego no hay más campos de cultivo y las lomas, cerros y vallecitos se muestran exhibiendo sus colores: ocres, bermejos de tonos variados, y el verde cambiante de la vegetación, también cambiante que cubre la superficie cortada por la franja del asfalto del camino.
La ruta asciende hasta los 3.100 de altitud de Anzaldo, a una hora de trayecto desde Cochabamba, cálido pueblito a un costado de la carretera, que a partir de ahí comienza a descender suavemente mientras el paisaje va cambiando.
Desde Anzaldo hasta el punto de menor altitud de la ruta —a unos 1.900 metros sobre el nivel del mar— el aire va cambiando, se pone más cálido y menos seco, especialmente después de atravesar el puente sobre el río Caine, límite entre Cochabamba y Potosí.
En los 40 kilómetros desde ese punto hasta el puente Sucusuma la topografía es más espectacular, a lo lejos se observan cadenas de cerros puntiagudos y coloridos con matices distintos, sin vegetación. Y en espacio que los separa del camino, arbustos de algarrobo y otras especies matizan el suelo rojizo.
Ahí, justo en el río que atraviesa el puente Sucusuma hay una poza grande y profunda, con un chorro que cae desde unos 6 metros, el agua es rojiza por las lluvias, pero estará cristalina a partir de marzo.
Y al lado un, pequeño restaurante familiar ofrece chicharrón de cerdo y pescado a la parrilla, para servirse sentado en torno a mesas de roca.
Pocos kilómetros antes, en la comunidad de Calahuta, un letrero discreto señala la entrada a la finca el Vergel, restaurante los domingos y balneario exclusivo todos los días. Allí, una piscina que parece estar en medio de la nada espera al viajero con su cristalina agua a la justa temperatura para refrescarse.