La celebración de Todos Santos en Bolivia es un emotivo reencuentro con los difuntos, en la que la memoria y la espiritualidad se entrelazan en una danza cultural que trasciende el tiempo. Cada año, durante el Aya Mark’ay Killa (el mes de llevar en brazos a los muertos en quechua), que coincide con noviembre, las familias bolivianas se preparan para recibir a las almas de sus seres queridos.
Según la creencia ancestral, estas almas regresan a sus antiguos hogares terrenales. Este ritual no sólo rinde homenaje a quienes partieron, sino que también representa una rica fusión de tradiciones indígenas y católicas, creando un sincretismo único que define la identidad cultural boliviana.
Todos Santos es una de las celebraciones más significativas en Bolivia, donde se honra a los difuntos mediante rituales que combinan elementos precolombinos con influencias católicas. Esta festividad no sólo busca recordar a los fallecidos, sino también fortalecer los lazos familiares y comunitarios. Asimismo, se dice que esta tradición permite a las familias conectarse con sus ancestros y mantener viva la memoria de aquellos que partieron. El antropólogo José Antonio Rocha Torrico señala que “los primeros días de noviembre están dedicados a la muerte; así se inicia el ciclo de la muerte con homenajes a los muertos mediante los mast’akus (armado de mesas). El día 2 de noviembre, al mediodía, se despide a los muertos. Una vez lograda la despedida, inicia el ciclo de la vida en las wallunk’as, donde participan preferentemente jóvenes varones y mujeres, interactuando alrededor de una wallunk’a (columpio en quechua). En este espacio, normalmente se inician relaciones sociales que pueden fortalecerse en los carnavales (febrero-marzo) y sellarse en mayo durante la fiesta de la fertilidad humana, animal y vegetal, conocida como Santa Vera Cruz Tatala”.
¿Qué rituales se realizan para honrar a los difuntos?
Los rituales específicos que se llevan a cabo durante Todos Santos son variados y profundamente significativos para los creyentes. Las familias preparan altares adornados con ofrendas que incluyen los alimentos favoritos del difunto, flores, velas e imágenes. Uno de los elementos más distintivos son las “tantawawas”, panes en forma de bebés que simbolizan a los difuntos. Esther Balboa Bustamante, etnopsicóloga, explica que “todos los hombres (Runa) tienen ‘Jatun Ajayu’, que les permite respirar, sentir y desarrollarse como personas. Cuando el cuerpo muere, el Jatun Ajayu cruza el espacio sideral (un gran mar) Wiraqocha, siguiendo a la Katachillay (llama celestial) hasta el mundo de las almas”.
La creencia cultural sostiene que “el alma grande”, Jatun Ajayu, retorna a estar con su familia en el mes de Aya Mark’ay Killa (noviembre). Los dolientes preparan una variedad de comestibles y bebidas que le gustaban a su ser querido y arman una mesa, llamada “Mast’aku” en quechua o “Apxata” en aymara. Aunque no se sabe cómo llamaban este acontecimiento los antiguos andinos, los españoles católicos lo denominaron Todos Santos, celebrándose cada año el primero y dos de noviembre, menciona.
Identidad Cultural
La celebración de Todos Santos tiene un impacto profundo en la comunidad boliviana. No sólo refuerza los vínculos familiares, sino que también fomenta un sentido de pertenencia e identidad cultural. La festividad reúne a personas de todas las edades alrededor de altares comunitarios y cementerios, donde se comparten historias y recuerdos.
Balboa menciona una de las características de la tradición: “Es una enseñanza ética; la creencia en el Jatun Ajayu, ‘alma grande’, no recibe ni premio ni castigo. Si el difunto fue buena persona aquí en este mundo de los vivos, allá en el mundo de las almas también será un alma buena y querida, o será despreciada si aquí se portó mal.” Además, este evento tiene un impacto económico significativo al impulsar el turismo y apoyar a los artesanos locales que producen ofrendas y decoraciones, reflejándose como un ente impulsador para Bolivia”, dice.
A lo largo del país, existen variaciones regionales en cómo se celebra esta costumbre. En algunos lugares, en las ofrendas se incluyen elementos específicos según las costumbres locales, mientras que en otras se observa una fusión más pronunciada con prácticas católicas.
Rocha afirma que “en Bolivia existen diferencias en este homenaje a los muertos. Mientras que en las tierras altas y los valles ocurre como hemos descrito anteriormente, en las tierras bajas (oriente, amazonía, chaco), los parientes van al cementerio y permanecen toda la noche junto al nicho del difunto encendiendo velas, conversando, recordando las acciones del difunto y rezando”.
Sincretismo religioso
Los rituales de Todos Santos son un claro ejemplo del sincretismo religioso en Bolivia. Las creencias indígenas sobre el ciclo de vida y muerte se entrelazan con prácticas católicas como el rezo por las almas. Este cruce cultural permite a las comunidades honrar sus raíces, mientras participan en una celebración ampliamente reconocida. Rocha menciona: “En lo social se recuperan leyes ancestrales como la ayuda mutua, el ayni y la reciprocidad, mientras que en lo simbólico persiste una particular visión de la existencia, una sola con rostros de vida y muerte donde los ‘muertos viven’ y nos visitan cada año.”
La fiesta de Todos Santos no es sólo una tradición arraigada en el calendario cultural de Bolivia, es un testimonio viviente de la resiliencia y la riqueza de la identidad cultural boliviana.
A lo largo de los siglos, esta celebración fue evolucionando, adaptándose a los cambios sociales y culturales, pero siempre manteniendo su esencia: el homenaje a los difuntos y la conexión con los ancestros.