¡Qué extraña relación han entablado el narcotraficante más buscado en Latinoamérica y la principal autoridad antidrogas de Bolivia! Han transcurrido exactamente cuatro meses —Sebastián Marset huyó el 29 de julio y este artículo se publica el 30 de noviembre— y en ese tiempo, el narcofugitivo y Eduardo del Castillo han demostrado que uno necesita del otro, ya sea para mantenerse vigente o para ampliar el radio de acción en esferas gubernamentales.
Marset lanza una acusación o añade un calificativo a su colección en contra del ministro de Gobierno y Del Castillo se afana desesperadamente en responderle, diciendo cosas que dan pie al narcotraficante uruguayo para volver a la carga. Es una relación tóxica, dirían muchos.
Han mantenido esa dinámica en estos cuatro meses, pero también han puesto en evidencia que ambos mienten, y lo hacen sin ruborizarse, para tratar de imponer sus versiones en un caso en el que está involucrado el narco más inescrupuloso y poderoso del último tiempo y el ministro más ambicioso y poderoso del actual Gobierno.
Entonces, como si se tratara de una narconovela —de esas que se ven a diario en los canales nacionales y extranjeros— los bolivianos estamos ante un duelo de mentiras en el que los protagonistas dicen una cosa un día y luego cambian de parecer en el contexto de una de las actividades ilícitas más peligrosas y degradantes para quienes se incorporan al mundo del narcotráfico y sus consecuencias.
Un par de ejemplos. Marset eludió el operativo de captura en Santa Cruz de la Sierra el 29 de julio y poco después difundió un primer video para agradecer al director de la Felcn —no se sabe si nacional o departamental— por la ayuda que le dio alertándole de la operación policial. ¿Por qué el ministro de Gobierno, sus viceministros y los comandantes de la Policía no aclararon en todo este tiempo que era una falacia?
Resulta que cuatro meses después, a raíz de la entrevista de Marset con la televisora Canal 4, de Uruguay, en la que reiteró: “Me avisaron, sí me avisaron”, Del Castillo dice ahora que quien alertó al narco no fue un policía, sino el cuidador de un inmueble —casero le dicen en Santa Cruz—, quien le habría avisado al hermano del narco, dos semanas antes del operativo, que “droneaban” la lujosa vivienda en la que habitaba Marset con su familia y sus guardaespaldas. El objetivo de la nueva versión es evitar que la Policía y el Ejecutivo tengan responsabilidad en el escándalo.
¿Acaso no fue el propio ministro quien dijo hace unos meses que se decidió organizar un grupo de contrainteligencia a nivel de la Policía y del Ministerio de Gobierno porque había policías, fiscales y jueces relacionados con el narcotraficante y su huida? Del Castillo ha comenzado a enredarse groseramente con sus declaraciones públicas, por esa actitud obsesiva de desmentir a su antagonista a la brevedad, antes de que se convierta en verdad irrefutable.
Otro ejemplo. En coro, durante casi cuatro meses, el ministro, viceministros y comandantes dijeron al país que Marset permanecía en territorio nacional. Bastó la difusión de un adelanto de la primera parte de la entrevista para que Del Castillo se pase la versión oficial por el forro y dijera que tenía la “certeza” de que el narco se encontraba en Paraguay, ya que la periodista uruguaya que estuvo frente a frente con Marset viajó de Montevideo a la ciudad paraguaya de Luque.
Enterado de esas afirmaciones, Enrique Riera, ministro del Interior de Paraguay, llamó a su colega boliviano para pedirle explicaciones y éste no le pudo entregar un solo dato objetivo que demuestre la presencia de Marset en su país. No le quedó otra a Del Castillo que acudir nuevamente a los medios de comunicación para rectificarse y admitir que no sabe dónde se encuentra el personaje que le quita el sueño.
Marset también está plagado de mentiras. En la entrevista aseguró que su esposa, su hermano y su cuñado son inocentes y que jamás los metió en sus cosas delictivas. ¿Se puede creer que su pareja haya abierto una empresa en la que no se lavó activos? ¿Es cierto que su hermano es un muchacho sencillo que manejaba un auto de alta gama que recibió como obsequio de cumpleaños? ¿Es verdad que su cuñado es un simple técnico de acondicionadores de aire que tenía la responsabilidad de cuidar una lujosa hacienda en Santa Cruz?
¿Se puede aceptar como verdad eso de que no tiene ninguna relación con el PCC del Brasil luego de que se ufanaba de haber fundado el PCU (Primer Comando de Uruguay) y haber convivido por años en una cárcel de su país con integrantes del Primer Comando de la Capital? El domingo 3 de diciembre se conocerá la segunda parte de la entrevista de Marset, en el programa Santo y Seña, y seguramente se abrirá un nuevo capítulo en el duelo de mentiras y mentirosos.