El pasado 10 de abril, el gobierno nacional emitió el Decreto 5142 que busca “incentivar el uso de aditivos de origen vegetal a través de la importación de vehículos con tecnología flex fuel”, es decir automóviles capaces de operar con una mezcla variable de gasolina y hasta el 85% de etanol. La norma se publicitó ampliamente como un gran paso hacia la industrialización, e incluso críticos y analistas la apoyaron, aseguraron que impulsará las inversiones, disminuirá la importación de diésel y gasolina y ayudará a la preservación del medio ambiente.
La tecnología de carburantes flexibles, como alternativa a los combustibles fósiles, está ganando terreno en casi todo el mundo, compitiendo incluso con los autos eléctricos. Su uso se ha extendido ampliamente en Brasil, donde el 83% de los vehículos nuevos tiene motor flex, y está creciendo en Colombia, Perú y Paraguay. En Estados Unidos (el mayor productor mundial de etanol), Canadá, algunos países europeos y recientemente en la India, los avances son importantes principalmente porque marcas mundiales como Renault, Volkswagen, Hyundai y Toyota ya fabrican y venden automotores que funcionan con casi cualquier proporción de alcohol y gasolina.
El uso del flex fuel ha demostrado tener ventajas importantes, como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, mayor seguridad energética, ahorro en las importaciones de combustible e impulso a la agricultura local. Sin embargo, también tiene algunas desventajas como un rendimiento ligeramente inferior cuando se aplica mayor proporción de etanol, impacto en el precio y menor cantidad de estaciones de servicio que ofertan el producto.
En Bolivia, la decisión de incursionar en esta tecnología forma parte del esfuerzo gubernamental para disminuir el enorme gasto provocado por el incremento de la importación de gasolina y diésel que, en 2023, alcanzó los tres mil millones de dólares. Con el incentivo, el costo de importación de este tipo de vehículos disminuiría en 15% y, con el ingreso de 10.000 unidades, se disminuiría en 100 millones de bolivianos la subvención de carburantes.
Sin embargo, y aunque la intención es destacable, es necesario reflexionar sobre la sostenibilidad y viabilidad de un plan de esas dimensiones. Inicialmente, recordemos que no es la primera iniciativa que asume el Estado para disminuir la dependencia de la importación de gasolina. Entre 2014 y 2019 se implementó una política agresiva de transformación de motores a gas natural vehicular que logró aplicarse a 400.000 vehículos, es decir casi el 20% del parque actual. Debido a la aparente debacle del ciclo gasífero y la necesidad de cubrir el mercado de exportaciones, ese plan se encuentra hoy en la incertidumbre.
Por otro lado, el gobierno actual, a través del Decreto 4539, ya dispuso una serie de incentivos para la importación de vehículos híbridos o eléctricos que empezaron a adquirirse e incluso ensamblarse en Bolivia, sin embargo, la falta de una política integral ha impedido su implementación sostenida, y los resultados son poco significativos.
La más importante barrera que debe enfrentar este plan tiene que ver con la provisión de etanol, que se obtiene fundamentalmente de la caña de azúcar, aunque también de otros productos como el maíz o el sorgo. La producción actual de estos vegetales para su uso como carburante es limitada y no permite cubrir una alta demanda, por eso mismo es necesaria su ampliación a través del uso de biotecnología.
Lamentablemente, hasta ahora el Gobierno es reacio a aprobarla, quizá por la barrera impuesta por el Art. 24 de la Ley Marco de la Madre Tierra, que ordena “Prohibir la producción de agrocombustibles y la comercialización de productos agrícolas para la producción de los mismos”. Mientras este escollo no se solucione, iniciativas como el Decreto 5142 no podrán implementarse adecuadamente porque se enfrentarán al riesgo de la insuficiente provisión de etanol sea por los daños a las plantaciones, sea por la necesidad de cubrir los cupos de exportación o porque se debe priorizar el mercado alimenticio.
Todos estamos de acuerdo con la disminución del déficit y la autosuficiencia energética, y el uso de los vehículos flex fuel es una de las varias opciones exitosas que se aplican en el mundo para transitar hacia formas de energía limpia.
Precisamente por eso es necesario garantizar que su implementación sea sostenible más allá de las urgencias coyunturales. La solución al problema de fondo, que es la aprobación de la biotecnología, no sólo es el primer paso sino el más importante para asegurar que esta iniciativa cumpla el objetivo por el que fue creado.