Los únicos entusiastas candidatos para las elecciones del próximo año son Luis Arce y Evo Morales, enfrascados en una riña de la que probablemente salga triunfante uno de ellos o terminen llevando la rivalidad a las urnas.
El uno, que es ahora presidente, ofrece lo que se ve en sus decisiones de gobierno: más estatismo y, si tiene suerte, más socialismo para llegar, como lo ha dicho más de una vez, a ser igual que Cuba.
El otro, el cocalero, no ha cambiado su propuesta para el país: producir cada vez más coca y sus derivados, como lo hizo durante los largos catorce años que estuvo como presidente.
Más socialismo el uno y más cocales el otro. El dilema lo tendrán que resolver los bolivianos con su voto, aunque es más probable que lo resuelvan los esquemas del fraude, para lo cual no son necesarios los votos, sino solamente un escrutinio.
Del otro lado, desde la oposición, ninguna propuesta, aunque se supone que la idea sea expulsar al MAS del gobierno, una consigna que en 2019 tuvo 80% del apoyo nacional, pero terminó en una gran frustración, paralizándote frustración, como se observa todavía ahora.
Es decir que en este momento las propuestas son claras, y son tres: más socialismo, más cocales y nada de MAS.
Arce no cede en su inclinación política. Sigue siendo un fiel seguidor de Vladimir Putin y de Xi Jimping, además del líder de la teocracia iraní.
Para mostrar que adscribe fanáticamente al socialismo, Arce mantiene su intención de crear 160 empresas estatales más, aunque no sepa con qué recursos económicos lo va a hacer, sobre todo ahora que los ingresos están muy menguados.
Eso sí, aclara cuando puede que está alineado con el eje musulmán-comunista y proclama que, por ejemplo, con el negocio del litio, no quiere ningún arreglo con países ni empresas occidentales.
Alguna falla tiene su mapamundi, porque él está convencido de que Bolivia es un país asiático.
El otro, el cocalero, tiene un mensaje explícito en los hechos, aunque no en palabras, porque consiste en ofrecer que Bolivia se confirme como el mejor productor de cocaína de Sudamérica. Así de simple.
Desde la oposición, un silencio atronador. Ni siquiera hay voces que exijan la eliminación del aparato del fraude electoral.
Es como si esperaran esos líderes, no conocidos, que una gran revuelta nacional, como la de 2019, expulse otra vez al MAS, con la esperanza de que ahora no se cometerían los errores de entonces.
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