Una y otra vez, la falta de visión a largo plazo ha impactado negativamente el desarrollo de nuestras ciudades. En Cochabamba, un ejemplo claro de esta miopía urbanística es la ubicación del aeropuerto internacional, situado en el centro de la ciudad, lo que complica el tránsito y el desarrollo urbano, o la falta de vías rápidas para la circulación de mercancías, donde el transporte pesado irrumpe toda la zona norte, afectando tanto la movilidad como la integración económica de los vecinos, ya que es casi imposible cruzar la circunvalación.
Esta problemática refleja un pensamiento cortoplacista que caracteriza a muchos de nuestros planificadores urbanos, un patrón recurrente en Bolivia y gran parte de Latinoamérica. A lo largo de la historia, hemos priorizado soluciones inmediatas sobre las proyecciones a futuro, olvidando que las ciudades más exitosas son aquellas que han invertido en infraestructuras y proyectos con una visión a largo plazo. Un ejemplo claro son los casos de Medellín en Colombia, y Curitiba en Brasil, ciudades que apostaron por estrategias sostenibles y de largo plazo, convirtiéndose en modelos de desarrollo urbano.
En este contexto, la nueva terminal de Kanarrancho se erige como un proyecto clave para Cochabamba, no sólo por su funcionalidad inmediata, sino por su potencial para transformar la región en un nodo logístico de alcance nacional e internacional. Este proyecto permitirá consolidar a Cochabamba como el corazón geográfico de Bolivia, facilitando la conexión entre los departamentos y fomentando el intercambio comercial en toda la región. Si bien es común escuchar críticas acerca de su distancia del centro urbano o su costo, estas observaciones reflejan una falta de comprensión sobre la importancia de pensar más allá del presente.
La nueva terminal es una necesidad urgente. La terminal actual, ubicada en pleno corazón de la ciudad, ha generado caos, congestión, y deterioro del entorno urbano. Ciudades con visión moderna entienden que las terminales deben estar fuera del núcleo urbano para permitir una mejor movilidad, orden y limpieza, lo que redunda en un beneficio económico directo. La terminal de Kanarrancho aliviará la presión sobre la ciudad, propiciará un desarrollo equilibrado hacia el sur de Cochabamba y fomentará el crecimiento en áreas menos desarrolladas.
Además, esta terminal no debe ser vista únicamente como un punto de partida o llegada, sino como un espacio estratégico para la articulación del transporte nacional y, en el futuro, internacional. Las grandes ciudades que han sabido aprovechar sus terminales como centros de desarrollo y conectividad son aquellas que lograron planificar no sólo para el presente, sino para las próximas décadas. Este tipo de proyectos puede convertir a Cochabamba en un referente de eficiencia y organización en el transporte, contribuyendo al crecimiento económico y social de la región. No podemos seguir repitiendo los errores del pasado. La terminal de Kanarrancho es una inversión en el futuro de Cochabamba.