La presidenta de Perú, Dina Boluarte fue agredida y zarandeada el sábado por dos mujeres durante un evento oficial en la ciudad andina de Ayacucho, donde 10 personas murieron en las protestas contra su gobierno.
La agresión se produjo cuando Boluarte participaba en la colocación de la primera piedra del asfaltado de una carretera en el distrito Chiara en la región Ayacucho, a unos 570 km. al sureste de Lima.
La mandataria se encontraba con el gobernador regional de Ayacucho, Wilfredo Oscorima, lanzando caramelos a la población como parte de la ceremonia cuando la ciudadana Ruth Bárcena ingresó de manera sigilosa a la escena junto a otra mujer que tomó de los cabellos a la presidenta, según imágenes de televisión.
Luego de la situación y de todo el alboroto, en el que intervinieron policías y seguridad del estado, una de las ciudadanas fue detenida, mientras que la presidenta trataba de reincorporarse.
Bárcena acusó a Boluarte de ser responsable de la muerte de su esposo, Leonardo Ancco, uno de los fallecidos en las protestas en Ayacucho el pasado 15 de diciembre del 2022.
"Mataron a mi esposo, ¿voy a estar tranquila yo?â, dijo Bárcena al ser detenida.
Por su parte, el jefe de gabinete Alberto Otárola manifestó su repudio al incidente.
La presidenta había regresado a Ayacucho por primera vez desde que las manifestaciones dejaron en todo el país medio centenar de muertos, una veintena de ellos presuntamente a manos de las fuerzas del Estado, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
En Ayacucho, se reportaron l0 muertos durante las movilizaciones en diciembre del 2022.
Mientras los titulares e imágenes de los incendios forestales que devastan grandes extensiones del país ocupan nuestra atención, una crisis igualmente apremiante avanza en silencio en el valle alto de Cochabamba: la sequía. A pesar de su menor visibilidad mediática, la falta de agua está provocando estragos en las comunidades rurales y urbanas de la región, y sus efectos a largo plazo pueden ser tan devastadores como los incendios.
En los últimos días, Bolivia ha enfrentado una creciente desconfianza hacia el Censo de Población 2024, realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La diferencia entre los 11.3 millones de habitantes reportados y los 12.3 millones proyectados ha generado escepticismo entre autoridades locales, líderes cívicos y ciudadanos. El Gobierno ha defendido el censo como el “mejor de la historia,” lo cual ha contribuido a politizar el debate.
En los últimos días, Bolivia ha enfrentado una creciente desconfianza hacia el Censo de Población 2024, realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La diferencia entre los 11.3 millones de habitantes reportados y los 12.3 millones proyectados ha generado escepticismo entre autoridades locales, líderes cívicos y ciudadanos. El Gobierno ha defendido el censo como el “mejor de la historia,” lo cual ha contribuido a politizar el debate.
El efectuar críticas casi cotidianas sobre el actuar patológico de la jurisdicción constitucional del país no conduce a nada.
El efectuar críticas casi cotidianas sobre el actuar patológico de la jurisdicción constitucional del país no conduce a nada.
En aquella tarea, en la mayor parte de los casos un tanto mecánica y dicotómica, de buscar causas y responsables del mayor ecocidio y desastre ecológico producido en Bolivia, hay muchos puntos de vista.
En mi anterior columna, había adjudicado esa ignominiosa responsabilidad al expresidente Morales, al régimen y su partido. Los datos son elocuentes. Con el discurso del “vivir bien” se convirtieron en los más perversos depredadores de la Madre Tierra.
En aquella tarea, en la mayor parte de los casos un tanto mecánica y dicotómica, de buscar causas y responsables del mayor ecocidio y desastre ecológico producido en Bolivia, hay muchos puntos de vista.
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Escenas apocalípticas surcan incesantes y veloces por medios y redes sociales imprimiendo horror en las pupilas y en la conciencia de los usuarios, sean quienes sean. Se integran en una saga de largometrajes anuales sobre la base de la cual Bolivia ocupa el tercer lugar en el mundo en materia de incendios, luciéndose como un hueco en hundimiento sostenido. Imágenes satelitales y fotografías aéreas tiñen de rojo Bolivia en el centro del espacio de Sudamérica.
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