Después de 13 años de periodismo al servicio de la sociedad y la democracia en Bolivia, el periódico Página Siete publicó ayer su última edición. La explicación que apunta el presidente de su directorio y accionista mayoritario, Raúl Garáfulic Lehm, “es tan simple como dolorosa: nuestros gastos son superiores a los ingresos y después de agotar todas las instancias para conseguir capital de trabajo, nos quedamos sin recursos económicos para seguir operando”.
El mensaje con este anuncio apareció en la web de ese diario paceño, enlistando además una serie de circunstancias adversas que detonaron su cierre, y van desde “un bloqueo sistemático a la pauta publicitaria”, hasta el “hostigamiento”, pasando por “auditorías y multas recurrentes de parte de instituciones del Estado” que, según describe Garafulic, se “ensañaron (…) contra Página Siete, mientras (sus) competidores de línea oficialista fueron tratados con guante blanco”.
“Existen otras razones que obligan a su cierre”, enuncia el mensaje refiriéndose a aspectos globales y que tampoco son ajenos a otros medios impresos nacionales.
Se trata de la pandemia de Covid, “que cambió los hábitos de lectura de noticias (…), generando una fuerte caída en la venta de periódicos impresos, lo que disminuyó nuestros ingresos”, mientras que los costos de los insumos aumentaron por efecto de la guerra en Ucrania.
Esas dificultades se agravaron por la crisis económica que afecta al país y “redujo el presupuesto publicitario de muchas empresas”, disminuyendo así “el flujo financiero del periódico”.
Con esta lamentable desaparición no sólo pierde el periodismo nacional. Pierde Bolivia entera, que, como todo país democrático, necesita visiones diversas (como su población) para orientar al público en la búsqueda de la verdad y la toma de decisiones.
Son tiempos difíciles para los periódicos impresos y no sólo en nuestro país. En todo el mundo, la industria editorial y el periodismo se enfrentan al desafío de transformarse para competir con las redes sociales y la avalancha de informaciones —falsas o inciertas en muchísimos casos— que se difunden por las redes sociales.
Ese desafío de transformación, imprescindible para la sobrevivencia de medios de información confiables y serios, tendrá éxito sólo con el concurso de los lectores.
Y es precisamente ésa la prioridad del periodismo profesional: informar a nuestros lectores de manera veraz, útil e imparcial. Informar con un afán propositivo antes que condenatorio.
Es un compromiso, de siempre, que Los Tiempos renueva hoy como homenaje de despedida a un periódico colega que no se publica más.