No sé ni cómo empezar el escrito porque son muchos ejemplos que conocemos, empezando por los propios y continuando por los ajenos. No sabemos diferenciar cuando decir “sí” y cuando decir “no”.
Leí muchos libros que enseñan sobre la importancia de marcar límites en nuestra vida, sin embargo, pocos han sido tan ilustrativos como aquél que me hizo caer en cuenta de que al hablar de límites estamos hablando de tomar el control de nuestra propia vida. A esto los mexicanos llaman “me cayó el 20”, es decir, cuando una persona se da cuenta de algo, entiende una circunstancia o comprende la explicación.
“Me cayó el 20” cuando comprendí que la falta de límites es la razón por la cual muchas personas piensan que su vida está sin control, sienten que la gente los utiliza o simplemente les es difícil decir que no. Si calzas dentro de una de estas tres afirmaciones, por favor, no dejes de leerme. Es posible que no encuentres toda la explicación aquí, pero te aseguro que tendrás una mejor idea del tema.
Es esencial establecer límites para obtener un estilo de vida balanceado, armónico y sano. Okey, esto suena bien, pero te preguntarás, entonces, ¿qué es un límite? Y te responderé: es una línea delgada de propiedad personal que marca las cosas de las que nosotros somos responsables; leíste bien, es una línea delgada de propiedad personal que marca las cosas de las que nosotros somos responsables. Poner límites es responsabilidad propia, nadie lo puede hacer por nosotros. En otras palabras, los límites son lo que define quiénes somos o quiénes no somos, y, por consiguiente, afectan diferentes aspectos de nuestra vida. Les pongo algunos ejemplos: los límites físicos nos ayudan a determinar quién nos puede tocar y bajo qué circunstancia lo puede hacer; los límites mentales nos dan la libertad de tener ideas y opiniones propias; los límites emocionales nos ayudan a tratar con nuestras propias emociones y a librarnos de emociones dañinas y manipuladoras de otros, y los límites espirituales nos ayudan a distinguir entre la voluntad de Dios y la nuestra, por consiguiente, nos dan temor de Dios en cuanto a respeto se refiere.
Es así que al hablar de límites debemos entender qué son los límites y luego proceder con otras preguntas inherentes a ellos: ¿cómo son los límites?, ¿qué problemas tienen los límites?, ¿cuáles son las leyes que los rigen? y ¿cuáles son los mitos comunes que rondan alrededor de los límites?
Una vez que hayamos entendido esto, pasamos a aprender los conflictos que conllevan. ¿Qué tal si hablamos de los límites y la familia? o ¿los límites y la amistad?, ¿los límites y tu cónyuge?, ¿los límites y los hijos?, ¿los límites y el trabajo?, ¿los límites y tu persona? O, por último, ¿los límites y Dios?
Desarrollar límites sanos es todo un reto porque habitualmente nos resistimos a ellos, es más cómodo delegar la responsabilidad de nuestra vida a otro. ¿Lo pensaste así alguna vez?
Me apena no poder detallar cada uno de los puntos mencionados y tampoco dar respuesta a cada una de las preguntas que planteo, necesitaría muchas columnas para hacerlo, pero en esta te pido que sólo te quedes con la idea central de que decir “sí” o decir “no” depende de ti, los límites los pones tú y no debes delegar esa responsabilidad a nadie más; la responsabilidad es la habilidad más importante que una persona puede poseer y parte de la naturaleza humana es querer evadirla especialmente cuando cometemos errores. No seas tú uno de ellos, no evadas tu responsabilidad, de este tipo de personas existen muchas, marca la diferencia y toma las riendas de tu vida estableciendo tú los límites.