¿Debe enseñarse educación sexual en la escuela? En principio, este tema no es algo novedoso dentro de la educación formal en Bolivia. Además, habría que cuestionarse también si la anterior educación, llamada orientación sexual, tuvo resultados significativos y quizá la respuesta más probable sea que no. Entonces, ¿debemos rechazar la educación sexual que ahora se pretende enseñar en las escuelas?
Para responder dichas preguntas, se debe aclarar que solo se hará referencia a la cuestión de la educación sexual, y no así a toda la nueva malla curricular que en la actualidad está siendo cuestionada por el sector del magisterio y otros.
En ese sentido, se debe desmitificar y quitarse la reticencia que se ha ido manifestando respecto a la educación sexual integral (ESI), como que ésta hipersexualiza a los niños, que desvía su género, que es inmoral, que es antipedagógica (asumiendo que no debe enseñarse en la escuela, sino en la familia solamente), y hasta pecado para algunos. O asumir que placer y displacer necesariamente tienen que ver con la genitalidad, lo cual demuestra lo nesciente e incluso lo morboso y prejuicioso que es el rechazo a la ESI.
Si observamos experiencias de otros países al incorporar la educación sexual integral, lo que se tiene son resultados favorables, como el hecho de que existe un retraso en la edad a la hora de iniciar la actividad sexual, existe mayor conciencia en cuanto al uso de métodos anticonceptivos, mayor conocimiento sobre los riesgos del embarazo, VIH y otras enfermedades de transmisión sexual (Unesco), demostrando incluso que la orientación enfocada en la abstinencia no retarda las relaciones sexuales en los adolescentes. Asimismo, rompe con la idea de que la ESI promueve la homosexualidad, cuando más bien se basa en el valor del respeto y la no discriminación.
Por otro lado, en Latinoamérica la violencia contra la mujer y la desigualdad de género es un problema latente, en Bolivia, según la Cepal, cada día se embarazan 109 niñas y adolescentes entre los 10 a 19 años y siete niños son abusados sexualmente, de mil madres 88 son adolescentes entre los 15 a 19 años, y la violencia sexual aumentó en el país en un 51% en los últimos años. En ese aspecto, la ESI dotaría de conocimientos y herramientas necesarias para que los niños, niñas y adolescentes aprendan a protegerse y denunciar casos de abuso sexual, los cuales estarían acorde a su edad y en función de cada caso, por ello, la necesidad de que esta educación se inicie a tempranas edades y desde el nivel inicial incluso.
Por tanto, no es admisible el hecho de rechazar la educación sexual en las unidades educativas, ya que, por una parte, la escuela es uno de los agentes socializadores más importantes dentro de un colectivo, por lo que su rol es indispensable para promover una cultura de no violencia desde las aulas y, obviamente, de forma integral, involucrando a toda la comunidad educativa (familia, barrio, instituciones, etc.). Por otra parte, se debe asumir que la ESI no solo está orientada al plano físico y erótico como tal, sino que también tiene que ver con derechos humanos, planificación familiar, prevención, y también con valores como el respeto, la igualdad y equidad, la empatía, las emociones, la no discriminación. Tiene que ver con las prácticas y discursos sobre nuestro cuerpo y nuestro género, con la salud, con la dignidad, etc.
Sin embargo, lograr que la ESI por sí sola tenga resultados favorables es un imposible, pues si algo debe garantizar el Estado, es justamente que su implementación cuente con equipamiento, materiales, incluso laboratorios. Pero también capacitación a los maestros y maestras, además de programas de medición y evaluación constante de su aplicación, para tener mayor grado de certeza a la hora de tener que realizar algún tipo de adaptación y mejora, para que responda a las necesidades que se vayan presentando en el proceso. Asimismo, el profesor debe ser un agente imparcial y despojado de prejuicios a la hora de llevar adelante esta educación.
Por último, dado el contexto donde nos desenvolvemos, donde los casos de abuso y violencia sexual son persistentes, la educación sexual integral, no solo representaría una política de Estado, (tardía incluso) sino que debe considerarse como un derecho que ya no puede ni debe ser postergado, pues debe entenderse a esta como un elemento indispensable para la despatriarcalización.