Me pregunto qué sentirá una dictadura cuando mata un medio de comunicación, esas frágiles estructuras creadas para contar cosas a la gente.
Equivale, imagino, a matar a un trovador, a un cuentista, a un ruiseñor, sólo por el placer de matar.
Cuando Gutemberg creó en el siglo XV la tecnología que haría posible el periodismo escrito, inventó la democracia, dijo Ricardo Lagos.
Ese pecado original, el haber ayudado al nacimiento de la democracia, es algo que los dictadores no perdonan al periodismo.
Es que odian la democracia y a todos sus aliados. Crean mecanismos para burlar los votos de la gente y, con el mismo afán, matan a los mensajeros que ayudan a que la gente se informe.
El que la gente esté enterada de las cosas que hacen aquellos que manejan las estructuras del poder político es algo odioso para las dictaduras.
Quisieran evitar que la palabra vuele, oral o escrita, llevando los mensajes que la gente necesita para tomar sus decisiones, incluso para votar.
Del mismo modo que se proponen, en la corriente de ahora, imponer la “dictadura del proletariado”, aunque no existan proletarios, querrían que existiese un solo mensajero, el de ellos.
Antes de Gutemberg, cuando no había periodismo, las cosas las decidían los reyes con sus pequeñas cortes, sin que nadie se entere del porqué de las cosas.
Pues eso es lo que quieren los que se dedican a asfixiar, hasta matarlos, a los incómodos medios de comunicación.
No se trata solamente de matar por el placer de matar, sino de acabar con algo que perjudica a sus planes. A los dos días de controlar el gobierno de Rusia, en 1917, Lenin clausuró todos los medios de comunicación, por si acaso.
Para lograr el estrangulamiento de los medios incómodos, las dictaduras de ahora tiene que aguzar la imaginación al enfrentarse a la casi incontrolable realidad creada por la red Internet.
Con ese objetivo, usan las multas por pago o no pago de impuestos, multas por todo y por nada.
Y también usan la intimidación personal, la persecución, hasta lograr que los actores de los medios odiados se conviertan en exiliados incluso viviendo en el país.
La falta de medios independientes ayuda a los dictadores a mantener la mentira de que el pueblo los apoya.
Para ellos, matar a los medios independientes es una cosa de vida o muerte.