Cada 11 de julio se recuerda el Día Mundial de la Población. El interés por reconocer este día nació de la celebración del “Día de los cinco mil millones”, el 11 de julio de 1987, porque ese día la Tierra alcanzó ese número de habitantes.
Según datos de la ONU, se calcula que la población mundial crece a un ritmo de 83 millones de personas al año y se espera que alcance los 8 mil 600 millones en 2030, 9 mil 800 millones en 2050 y 11 mil 200 millones en 2100.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), señala que China e India siguen siendo los países más poblados, pero cerca de 2024, India superará a China. En 2020, en México residían más de 126 millones de personas, 51,2% mujeres y 48,8% hombres. Esta cifra sitúa a la República Mexicana en el lugar número 11 en el ranking de los países más poblados del mundo.
Según la organización Country Meters, la población de Bolivia en 2023 es de 12.244.312; el 49,9% son hombres, y el 50,1% son mujeres, se produjeron 154.534 nacimientos y 47.920 muertes este año; y hoy 400 nacimientos y 125 muertes.
La Encuesta de Hogares de 2017 del Instituto Nacional de Estadística, dijo que Plurilandia tiene una población de 11.216.000 habitantes. Nos faltan datos más actuales. Por eso haremos un Censo en 2024, así sabremos cómo distribuir recursos, pero olvidamos un dato no menor: dar una educación sexual de calidad a la población.
El sexo, la población y la vivienda forman parte de una ecuación complicada. Lo que las cifras dicen, pero nunca con el impacto deseado, es que Bolivia lidera el indicador de embarazo adolescente en Latinoamérica. Precisamente con datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), se ha determinado que en Bolivia, el 18% de embarazos se produce en adolescentes de 15 a 19 años. De los 300.000 embarazos que se producen al año, 60.000 están dentro del rango adolescente.
Preocupante. Sobre todo, por esa terrible intersección entre creencias religiosas, tabúes y misticismos varios que terminan por disminuir el impacto de las pocas políticas públicas de salud sexual y reproductiva, dando como resultado que Bolivia tenga una estadística en contra. Lastimosamente, el Censo 2024 vendrá a confirmar estos datos, que son sólo números para informes y para la consabida cuota política de turno.
Así que antes de pensar en cuántos somos y cómo distribuiremos platita, escaños, curules y otras tucuimas, pensemos en una educación sexual de calidad que otorgue autonomía a las mujeres y sus decisiones sobre ser madres o no.