Otro aspecto por el que la muerte de Milan Kundera afecta, es que con él muere un aliado. Un aliado contra la grandilocuencia, la estupidez y los totalitarismos políticos.
Kundera vivió la invasión rusa de Checoslovaquia en 1968 y al final quedó exilado. Las dictaduras no soportan escritores libres.
Los primeros años de su exilio, cuenta el mismo Kundera, tuvieron algo incómodo, en la misma medida en que la intelectualidad francesa de “izquierda” todavía no se resignaba a reconocer el fracaso y el horror del comunismo soviético.
Hasta hace unos años, la pesadilla de ese comunismo parecía lejana y que Latinoamérica estaba relativamente a salvo o exenta de semejantes horrores.
Un macabro dictador como Fidel Castro vivió largos años libre de críticas, que eran de la “derecha”, mientras la “izquierda” latinoamericana, ciega y sorda, nunca quiso reconocer el espanto del totalitarismo tropical. Ni las cárceles y asesinatos castristas fueron suficientes para abrirle los ojos.
Y ahora mismo, las versiones latinoamericanas de la dictadura totalitaria inaugurada por la Unión Soviética conocen un nuevo auge en carteles gubernamentales que la superstición y la estupidez califican de “izquierda”.
Versiones estrafalarias, profundamente corruptas e idiotizadas, mantienen activas sus cárceles y sus aparatos represivos.
De ahí que quienes sufrimos esas embestidas, consideremos a Kundera como un gran aliado, al que acabamos de perder. ¡A releer sus libros!