El 6 de agosto del año 2025 terminan las celebraciones de la independencia de América Latina de la corona española. La independencia ligada a la soberanía política, se expresa en la nacionalidad, principio de identidad planteado por Aristóteles por el cual, una persona o un Estado, es sólo igual a sí mismo.
Este principio tiene varios elementos para entretenernos. Uno de ellos se refiere a la suma de “creencias, gustos, estudios, opciones y costumbres” que acompañan a las personas y que, por ello, adquieren carácter de inimitables.
En materia de ciudadanía, se abre una suerte de relatividad al existir la posibilidad de nacionalidad múltiple, manteniendo sin embargo un elemento absoluto cuando lo que está en cuestión es una acción de violencia contra la identidad territorial…
Todos nuestros himnos tienen una frase similar cuando “un extranjero osare invadirnos…”, haciendo sonar tambores de guerra. La identidad, entonces, aparece cuando hay un distinto y ello plantea una solución: la violencia venciendo al distinto, o por la cultura, aprendiendo y compartiendo.
Por el proceso de cuestionamiento y revisión de nuestra realidad histórica, se hace imprescindible un debate sobre qué celebraremos considerando la confrontación de los discursos.
Cuando llegue el 6 de agosto, en unos días más, se inicia la cuenta regresiva de dos años hasta el cierre de esta etapa con las preguntas que circulan, ¿acaso el 6 de agosto fue efectivamente de liberación del colonialismo?, ¿no seguimos sometidos y dependientes, entonces de España y hoy de otras formas imperialistas y coloniales?
Debemos conocer los acontecimientos del pasado, siendo el presente y el futuro una construcción cuyas tareas a definir dependen de nosotros.
La inteligencia artificial y los diversos modos de comunicación en tiempo real, sin restricciones y absolutamente atemporales, plantean una exigencia que va más allá de nuestra propia percepción si consideramos lo pequeño que se ha vuelto el mundo.
Por el absurdo, no debemos volver a plantearnos las mismas preguntas de hace 200 años, y por el compromiso con el futuro, sólo nos queda ajustar aquellas que, aplicando el principio de la primacía de la realidad, nos ayuden a respondernos a la pregunta: ¿y qué queremos de estos 200 años, para que sea celebración y no velorio?
Sin ingenuidad y sin inocencia, España ha jugado modernamente un papel estratégico para Bolivia desde la Unión Europea, sirviendo como una suerte de facilitador de nuestras relaciones internacionales.
En esa perspectiva, resultan llamativos los pedidos de disculpas históricas por lo que ocurrió hace 500 años, al responder esos acontecimientos a condicionantes que primaban en las reglas del mundo de entonces. Mucho de lo que ocurrió está relatado en lo que se conoce como la “leyenda negra española”.
Con las lecciones aprendidas, corresponde construir un imaginario que nos permita ser parte de lo que está ocurriendo en materia de desarrollo, producción, competitividad y cultura.
El poeta brasileño Gilberto de Palma, repite que las sociedades tienen en sus poetas la última línea de fortaleza espiritual y ellos aparecen en el momento oportuno. Este es un buen momento para que eso ocurra en Bolivia.
Con las enseñanzas aprendidas debemos tomar en cuenta cuatro variables que forman parte de los retos del bicentenario de la Independencia, en la Bolivia del 2025: un bono demográfico expresado en que el 60% de la población es menor de 30 años, la irrupción de las ciudades, la aceptación que no podemos sostenernos como Estado con nuestro pequeño mercado interno, y el avasallamiento disruptivo de la inteligencia artificial.
Visto así, el Bicentenario está vestido de barroco y criollo, y se expresa en un mestizaje cultural que aportó el chocolate, la mazorca del maíz, las papas para que sean fritas, y una lista infinita de riquezas humanas y cualidades sin las cuales, la vida en el planeta no sería la misma.
¡Tarea para poetas, escritores y artistas!