Será un año de comicios generales para elegir presidente, senadores y diputados. ¿Quiénes serán los candidatos, quién ganará, y cuál será el porcentaje se votos, o si habrá segunda vuelta? Corresponde un seguimiento periódico para vislumbrar perspectivas.
Ahora bien, basados en experiencias pasadas y en la forma de ser del votante boliviano, alcanza para analizar escenarios posibles, comportamientos predecibles —en la medida en que sucedan los hechos para permitir augurar capítulos finales— de esa gran puesta en escena con la participación de varios millones de ciudadanos activos, desde cuyas manos se alimentarán las ánforas y se escribirán los escrutinios
Dos nuevas agrupaciones han incursionado en la contienda, no se sabe si quedarán como tales, o conformarán partidos políticos. Cuando menos cuatro opciones, más una, la del partido en gobierno, jugarán sus candidaturas con la posibilidad de conformar brigadas parlamentarias. (A muchos les entusiasma el juego, sabiendo que van a perder), y habrá partidos y agrupaciones que no llegarán a obtener ni el 2 por ciento de los sufragios.
El frente único de partidos suena ya a esperanza malograda: ¿quién va a ser candidato a la presidencia?
Aunque faltan dos años para esos comicios, la movilidad política ya se puso en evidencia. Cuanto dicen los voceros es por ahora repetición de los hechos que son de dominio público; aunque ellos lo expresan con vanidad, ruidos mediáticos de impacto, e inclinación morbosa.
Desconocemos su ideario político, su doctrina, sus principios y su plan de gobierno, tampoco su ubicación en el espectro reduccionista de izquierdas y derechas (socialista o neoliberal). ¡Pueden ser de ultra izquierda!; qué harán con la minería, los impuestos mineros y la explotación del oro, qué harán con la ley de inversiones, cuál será la política monetaria y cambiaria, ¿modificarán acaso la fiscalidad?
En el papel de opositores, los ofrecidos portavoces declaran conocer de todo; y en el instante del compromiso y la respuesta directa son evasivos, imprecisos y amigos de las ramas. Todos son fuertes y claros cuando afirman con vehemencia que las cosas tienen que cambiar. ¿Habrá embajador de Estados Unidos?, ¿cambiará el rol de los movimientos sociales?, ¿qué harán con miles de hectáreas de coca que nadie mastica?
Bolivia ha cambiado en estos 15 años, su institucionalidad es diferente; ¿habrá reforma constitucional?, es otra pregunta para los candidatos eufóricos.
Tendrán que ser muy prolijos para establecer el nivel de aceptación o de rechazo del actual Gobierno, necesitarán de sociólogos y analistas idóneos para identificar una masa crítica que diga: queremos cambiar de sistema, o a pesar de todo, no.
Ningún partido o agrupación política tiene la estructura como la del que está gobernando, pues, pesar de las deplorables agresiones verbales y entredichos devastadores, su estructura organizacional está intacta. Ante el hastío y la disconformidad que trasmina desde varios sectores de la población, una encuesta dirá si alcanza para modificar la decisión a la hora del voto, para superar, por ejemplo, el voto rural consigna. En la votación de 2020, el actual gobierno ganó con 3,3 millones de votos y el segundo lugar sumó 1,7 millones.
Será pues entretenido seguir los meses, y los dos años que vienen, para observar el acontecer “a la boliviana”. El 2025 puede parecer remoto, o también cercano... lo deseable es que quienes aspiren a la gobernanza se dirijan a la ciudadanía con creatividad, divulguen propuestas relevantes de contenido veraz, más allá de repetir solamente, lo que ya todos sabemos.