Con la participación de nueve partidos políticos y el respaldo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Tribunal Supremo Electoral (TSE) llevó adelante una mesa multipartidaria (...) para analizar el cumplimiento de la Ley 1096 de Organizaciones Políticas; aclaramos que las agrupaciones con representación parlamentaria actual no estuvieron presentes. La Ley 1096 —y normas conexas— regula la existencia de los partidos políticos, y de las agrupaciones.
Parece anticipado, aunque sobre todo es complicado, pergeñar el comportamiento político de cada cual. La Ley 1096 contempla posibilidades de gestión partidaria, entre ellas la fusión, la conversión y la alianza de partidos y agrupaciones; la más lógica y práctica parece ser la "alianza". Para ello, y como vienen las cosas, la mesa de negociación tendrá muchos invitados, todos seguramente desparramando entusiasmo para lograr la unidad (per se). La unidad es el sentimiento difundido que nace desde las voces públicas y forma parte del discurso de los grupos recientemente ingresados.
Dejando al MAS distraído en su laberinto (Evo o Lucho es al final la cuestión) la pregunta sigue en pie ¿cómo se organizará la oposición? Es de suponer que pretenda ser una opción ganadora y no ser solamente mera oposición. Estas posibilidades son resultado de la casuística, dentro de un cierto contexto mutante. Ese contexto, en tiempo presente, muestra que los jefes de los frentes con presencia parlamentaria están desbaratados, uno preso, y el otro desvaído y prudente, que de vez en cuando declara a la prensa, y luego se esfuma.
Por otro lado, la capacidad del Gobierno para reproducir juicios y apresar disidentes puede explicar el silencio de políticos, arrinconados y escabullidos, que debieran ser voces permanentes de la oposición. Porque además no existen nuevos líderes en ciernes, ningún cambio se vislumbra, jóvenes políticos sedados por su propia abulia.
Forma parte del contexto el MAS, un partido político con fuerza electoral dominante y clara conciencia de clase, tiene un voto cautivo que sobrepasa los dos millones de electores, todavía intactos a pesar de sus disputas internas. (El enfrentamiento no es ideológico, hay mucho de calentura mental).
Percudidos en la colusión y el contubernio, unos y otros, seguirán hablando de neoliberalismo, pobreza y desigualdad, conceptos que tienen mucha magia en el lenguaje electoral, del cual, ni por asomo, se conoce el que usarán los nuevos grupos, pues hasta ahora siguen diciendo lo que ya se sabe, pregonando devotamente: unión, unión, unión...
Los bolivianos necesitamos mejorar la educación democrática, fomentar la libertad de expresión, apoyar la diversidad ideológica y la competencia electoral; los políticos prefieren ignorar tales principios, la actividad partidaria es actualmente el resultado de impulsos agresivos no controlados. Eso no puede seguir así.
El autor es periodista