Una de mis compañeras de colegio, Ana Cecilia Moreno Morales, desde muy niña se educó en el arte de danza contemporánea. A nosotras/os, sus compañeras/os, eso nos llevó a gustar de la danza casi en primera fila, era habitual que nosotras/os fuéramos parte del público que siguió y sigue la trayectoria artística de Ana Ceci que actualmente es una bailarina consagrada con todas las letras.
Gracias a ello y a otros factores de la fortuna, me volví apasionada espectadora de la danza o el arte de ligar al cuerpo y sus posibilidades de movimiento con la magia de la música y los sonidos. Una conexión cósmica, diría algún místico, ya que es el/la ser humano desde su corporalidad comunicándose con el universo mediante el arte.
Lo más grato es que Cochabamba es todo un semillero de bailarinas/es contemporáneas/os. En Cochabamba situaron base escuelas de danza de trayectoria nacional e internacional y de esos espacios salieron y continúan saliendo bailarines/as de enorme talento, para nuestro orgullo. Y todo, principalmente, gracias a una mayoría de iniciativas privadas, autogestivas, a puro ñeque, iniciativas sacrificadas y que pasaron por muchas dificultades debido a la trillada disyuntiva de tratar de vivir del arte en Bolivia.
¿Cómo sería la danza contemporánea en Bolivia si recibiera un incentivo y promoción estatal un poco más significativos? ¿Cuánto lograría si hoy mismo con los esfuerzos de las/os artistas autogestivos e independientes, ya consiguió bastante?
Estos días Cochabamba se sigue confirmando como gestora de bailarinas/es de gran calidad y que tercamente continúan brindando su arte. Dos bellas obras que se presentaron, lo corroboran. En una función fusión se unieron en un solo espectáculo “Tocata y Fuga” de Carmen Collazos, Arpad Debreczeni y María Julia Ruiz y “Alma” de Ana Cecilia Moreno, Ariel Hurtado y Diego Fletcher: “Ambas obras breves, desarrolladas en 2023, para dar frescura al ámbito de la danza, pensar en nuevas maneras de hacerla y descubrirla”, dice la descripción del evento.
Lo que me encantó de las dos obras fue la exploración de sonidos inesperados con el movimiento, en el marco de un contenido profundamente místico. De “Tocata y fuga” me sorprendió la interacción entre bailarina y músico, entre el cuerpo y un violín, entre un músico que se transforma en bailarín y una bailarina que se transforma en música. De “Alma”, me impresionó la relación entre sonido y luz con las/os bailarines y sus movimientos como intermediarios, aludiendo a la subjetividad del ser que se construye y deconstruye en profunda conexión con lo que le rodea y posicionando ese lenguaje misterioso que escapa y es más grande que las palabras.
Finalmente, cómo no mencionar que este último fin de semana hubo un merecido homenaje a una bailarina boliviana de amplia trayectoria y talento, una de las precursoras para que este arte florezca en nuestro medio: Patricia Sejas, alias Pachi. Fue un precioso homenaje compuesto de un tejido de músicos/as y bailarines/as (más de cuarenta artistas) de varias generaciones que plasmaron en escena la influencia de Pachi en su quehacer artístico y personal, haciendo también un recordatorio de los fuertes e imperecederos lazos que es capaz de unir el arte.
En hora buena por Cochabamba, por Bolivia. Ante un lúgubre entorno urbano cada vez más cementado y contaminado, los devastadores incendios que habitualmente manchan al “mes patrio” de negros humos y el concurso de gestiones públicas ineficientes y corruptas, por lo menos que las/os artistas nos salven.