Cuando el principal ejecutivo del segmento sindical campesino que apoya al expresidente Morales sentencia que Juan Evo “será presidente por las buenas o por las malas”, ante lo cual el Gobierno, con apoyo de la oposición, pregona que una declaración de los dos vocales más sospechosos del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) lo inhabilitaría definitivamente como candidato, sabemos que la crisis política se acelera al máximo.
Así transcurre el aniversario número 29 del Movimiento al Socialismo (MAS), durante la recién pasada Semana Santa, convirtiéndose en la fecha más aciaga de su trayectoria.
Las celebraciones encabezadas por las cúpulas de las dos fracciones visibles que se disputan su conducción han estado dedicadas a intentar que, cada una, pretenda ser la más poderosa y popular. El aniversario ha consagrado, como el gran objeto de la pugna, la competencia por cuál de ellas se impondrá como la nominadora de las candidaturas para las próximas elecciones nacionales; todo lo demás, incluyendo los problemas que más afligen y conciernen al país, se subordinan u omiten, barridos por la turbia y ruidosa disputa de caciques, tan intensa y ruinosa, como las embravecidas riadas que han castigado a Las Paz y otras regiones del país.
El rencor con que se atacan no ha dejado espacio alguno para mencionar, y menos para reflexionar, sobre los decisivos cambios que ha experimentado el MAS en su composición y estructura, el hundimiento de su propagandizado “modelo económico” y un completo vacío de proyección estratégica.
El escenario secundario en que desenvuelve su pelea, que es el de la preparación de las elecciones judiciales, exhibe una miseria tan desalentadora como la vista en las experiencias anteriores de esos comicios (2011 y 2017), donde la selección parlamentaria de los candidatos convirtió la supuesta democratización en tristes votaciones en las que se ofreció como menú la posibilidad de apoyar a los menos peores candidatos. En esas dos oportunidades la respuesta popular ha sido un terminante rechazo, expresado en la mayoría aplastante de votos blancos y nulos.
Los mismos vicios y mañas parlamentarias se han repetido ahora, ante la impotencia opositora que no ha logrado expulsar a los “magistrados” que permanecen en sus puestos y particularmente a los del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), fortalecido como el emisor de la palabra y las decisiones situadas por encima, y en contra, de la Constitución desde el principio del régimen.
La fracción de Morales Ayma y todos los grupos en que se ha dividido la oposición componen aritméticamente una clara mayoría, pero no han sido capaces de enfrentar las maniobras y trucos de los parlamentarios aliados al Ejecutivo para mantener en sus puestos a los magistrados que allá se conservan, actuando como policía política del sector del señor Arce Catacora.
Ni al actual presidente ni a sus ministros o parlamentarios les preocupa que todos los magistrados cuya continuidad apoyan hayan cometido una larga lista delitos, además de emitir señales que advierten su deseo de participar en escabrosos y jugosos negocios, como los más de noventa millones de dólares que se juegan en la propiedad de los terrenos sobre los que se ha construido el enorme mercado Mutualista en Santa Cruz de la Sierra.
Todo ello es parte del desbarajuste en que ha naufragado la hegemonía de los cocaleros del trópico de Cochabamba y el juego de concesiones a corporaciones privadas y sindicales para apoderarse y lucrar con recursos naturales, sean territorios indígenas, cuencas acuíferas o yacimientos minerales. Entre todos ellos, el tráfico de tierras florece como el negocio ilegal más tolerado y alentado durante la vida del régimen, al lado del tráfico de cocaína o el de la minería aurífera pirata.
Estos temas están ignorados por las dos fracciones más visibles del MAS, igual que por la oposición, incapaz de levantar perfil propio, pese a algunos aislados y dignos intentos individuales. El susto extendido en la población —entre la que predomina la tendencia instintiva de no hacer olas para no seguir un camino económico parecido al venezolano o argentino— permite que las mezquindades secuestren la atención de los medios de difusión masivo.
Es el caldo de cultivo perfecto para artimañas e intrigas, como las del exvicepresidente García, hoy promotor de la candidatura del presidente del Senado, con declarada intención de convertirse en asesor de una jugada que excluya las candidaturas de Morales o la de Arce, ambas muy dañadas por las acciones u omisiones de sus protagonistas.