Después de denunciar que existe un plan para derrocarlo con un “golpe blando”, por asociación de ideas, el gobierno de Luis Arce se acordó de las FFAA, que algo saben de golpes, y les ordenó cuidar los surtidores de gasolina y diésel.
La intención del gobierno es tener ocupados a los militares para alejarlos de eventuales tentaciones de regalar al país otro día de gloria, como los muchos que cometieron el siglo pasado, de triste memoria.
Como saben de estrategia y táctica, los militares tendrían que ver todo el proceso y no limitarse a controlar lo que ocurre en los surtidores, en los goteros finales.
Lo que les llevaría a inquirir acerca de cómo se decide comprar gasolina y diésel en el exterior, cuál es el precio que prefieren los funcionarios de YPFB, si es el menor o el mayor.
Otro detalle que deberán tomar en cuenta los militares es la elección del sistema de transporte de los combustibles comprados, teniendo en cuenta que lo más conveniente para el país sería optar por el sistema menor costoso.
Deberán comprobar si todo el diésel y la gasolina que se compra en el exterior llega al país, porque hay la sospecha de que muchos de esos volúmenes se quedan en el camino.
Luego deberán comprobar que los volúmenes comprados son transportados dentro de territorio nacional, y no solamente figuran montos destinados al pago de ese transporte.
No saben los militares lo complejo que es este negocio, pero sobre todo la cantidad de irregularidades que han de encontrar en el proceso de búsqueda de las matufias que han sido ideadas desde 2006.
Es probable que se sorprendan al comprobar que las mayores irregularidades se dan cuando el producto no ha llegado todavía a Bolivia.
Para ayudarles a cumplir esta tarea, el gobierno podría comenzar por pedir a los funcionarios a su cargo no hacer cosas extrañas con los combustibles, como es sabido que las hacen.
Por ejemplo, si una repartición del gobierno está paralizada, como varias fábricas creadas por el MAS lo están, que no tenga posibilidades de comprar combustibles, porque no los necesita.
Es probable que el responsable, o el jefe de adquisiciones, tenga necesidad de hacer figurar esas compras para ganar unos pesitos, para él o para el ministro.
Los militares están entrando a un territorio desconocido, lleno de alimañas, sapos y serpientes, peores que minas. Y van a descubrir que, sin esos monstruos, otra cosa sería en el país.
Los surtidores son el final del camino. Dedicarse a controlarlos sería como revisar el gotero en lugar de comprobar todo el proceso anterior, que es a raudales.
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