el pasado 9 de julio, se realizó el encuentro bilateral boliviano brasileño más grande de las últimas décadas, y posiblemente el más significativo, por su alcance e importancia. Ese día, el presidente Luiz Inácio Lula Da Silva, acompañado de cinco ministros, los máximos ejecutivos de Petrobras y de la Agencia de Promoción de Exportaciones, parlamentarios, autoridades estaduales, asesores y algo más de 100 empresarios de diversos rubros, se encontró con el presidente boliviano Luis Arce Catacora, siete ministros, 20 otras autoridades nacionales y 300 empresarios de nuestro país, en la hospitalaria Santa Cruz de la Sierra.
En el encuentro se suscribieron 10 acuerdos de Estado (seis sobre temas económicos) principalmente en energía, fertilizantes y minería, y una Declaración Conjunta, poco difundida, que incluye 73 temas diferentes, entre adhesiones, manifestación de interés común y compromisos preliminares en áreas como la explotación del litio, el corredor ferroviario bioceánico, medio ambiente, hidro vías, poblaciones fronterizas, exploración y comercialización del gas, biocombustibles, biotecnología, cadenas productivas agropecuarias, agroindustria, energías renovables, interconexión aérea, migración, telecomunicaciones, pueblos indígenas, suministro y transporte de carburantes, comercio bilateral, uso común de monedas nacionales, armonización normativa de Bolivia en el Mercosur, ingreso de nuestro país a los BRICS, entre muchas otras.
Aunque en este encuentro, ambos mandatarios proclamaron el inicio de una nueva era en la relación Brasil-Bolivia y la “desgasificación” de los asuntos bilaterales, la inédita cantidad y diversidad de los acuerdos parece mostrar más una alianza económica y geopolítica, que una articulación de agendas comunes para el corto y mediano plazo. “Mi visita simboliza algo más que la reanudación de una relación de amistad”. “La integración física y energética de la región pasa necesariamente por nuestros países”. “Me aseguré de invitar a Bolivia a participar en la Cumbre del G20 en noviembre y a sumarse a la Alianza Global Contra el Hambre y la Pobreza. El presidente Arce también expresó el interés boliviano de ingresar en los BRICS”, ha declarado el mandatario brasileño en su discurso final.
Resultó evidente que, en esta nueva etapa, se pretende que el sector privado de ambos países sea un actor principal. “Nuestras políticas desde el gobierno y el empresariado privado tienen que apuntar a coadyuvar en esta tarea de la redistribución del ingreso en la sociedad” (…) “sabemos cuál es el camino para salir de todos los problemas que estamos enfrentando (…), y lo hemos estado haciendo en varias reuniones con nuestro empresariado privado”, señaló el presidente Arce.
Da Silva ha sido más pragmático y, más allá del discurso integracionista, le ha pedido a su homólogo boliviano, garantías y previsibilidad para sus empresas. “Hablamos sobre la importancia de garantizar la seguridad jurídica a los brasileños en Bolivia, para que sigan colaborando con el desarrollo económico de este país”, y añadió que “lo que debemos es asegurar primero la estabilidad política, luego estabilidad fiscal, económica, jurídica y social. Si aseguramos estos criterios no hay motivos para que Bolivia no tenga una economía fuerte”.
Ante el optimismo paternalista de Lula, el presidente Arce se ha mostrado cauteloso y ha tratado de mantener la imagen discursiva de dos países complementarios y no tan desiguales. “Bolivia tiene un enorme potencial productivo; el empresariado productivo de nuestro país sabe que tiene un gran aliado en nuestro gobierno, pero con la mano que nos brinda el Mercosur, Brasil y la que nos puede brindar el BRICS, esta tarea puede ser mucho más rápida, más fácil y más ventajosa para nuestros países”, afirmó.
Sin duda que, el encuentro de julio, ha sido el resultado más relevante de la gestión internacional del gobierno actual, y tiene para nuestro país la mayor importancia, sobre todo por la cantidad de temas que nos vinculan a la décima economía del planeta y la necesidad de abordarlos adecuadamente para avanzar en la búsqueda de soluciones a los grandes problemas que nos aquejan.
El desafío es enorme y complejo. Bolivia atraviesa por una etapa de tensiones políticas y crisis económica e institucional que no pueden asegurar el cumplimiento de varios temas convenidos, en los tiempos y las condiciones que podría esperar su gigantesco vecino. Pero también Brasil tiene problemas de crecimiento, déficit fiscal, deuda externa y desempleo, sumados a una polarización política constante, que pueden dejar en el camino muchos de los planes acordados.
Nos queda esperar que este acercamiento, siembre raíces profundas de una auténtica era de integración, prosperidad y beneficios mutuos, que trasciendan las ideologías, y que los acuerdos se materialicen y fortalezcan más allá de las coyunturas y los gobiernos.