Mas allá de su impacto mediático, el caso Pelicot —cuyo juicio concluyó ayer en Aviñón, Francia, con sentencias de prisión para los 51 condenados por violación a la esposa de uno de ellos— motiva reflexiones acerca de este tipo de sucesos y la manera como la sociedad los percibe.
Desde aquella aguda crisis de representación y credibilidad que se produce en el final del ciclo de la democracia pactada, en octubre del 2003, la oposición política tradicional al Movimiento al Socialismo (MAS), desde el 2005, nunca pudo competir dignamente en las urnas. Son cinco elecciones de abrumadoras derrotas continuas.
Para comprender mejor esa pobre performance, veamos los resultados de esas últimas elecciones.
Desde aquella aguda crisis de representación y credibilidad que se produce en el final del ciclo de la democracia pactada, en octubre del 2003, la oposición política tradicional al Movimiento al Socialismo (MAS), desde el 2005, nunca pudo competir dignamente en las urnas. Son cinco elecciones de abrumadoras derrotas continuas.
Para comprender mejor esa pobre performance, veamos los resultados de esas últimas elecciones.
CARLOS DERPIC SALAZAR
La Constitución Política del Estado de 2009 incluyó entre las “acciones de Defensa”, la denominada “Acción Popular”, como un proceso constitucional para evitar que, por medio de actos u omisiones de las autoridades o de personas individuales o colectivas, se violen o amenacen violar derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y salubridad pública, el medio ambiente y otros de similar naturaleza reconocidos por la propia Constitución.
La Constitución Política del Estado de 2009 incluyó entre las “acciones de Defensa”, la denominada “Acción Popular”, como un proceso constitucional para evitar que, por medio de actos u omisiones de las autoridades o de personas individuales o colectivas, se violen o amenacen violar derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y salubridad pública, el medio ambiente y otros de similar naturaleza reconocidos por la propia Constitución.
GISELA DERPIC
El fascismo no es una ideología, no es de izquierda ni de derecha. Es el ejercicio ilimitado del poder por medios violentos cooptando organizaciones de la sociedad civil para instrumentalizarlas en nombre de un estado sacralizado, encabezado por un caudillo así mismo sagrado, conductor del pueblo -los que apoyan y obedecen a ese estado y a su caudillo- hacia un destino maravilloso, enfrentando a un enemigo en una lucha que puede prolongarse mucho tiempo.
El fascismo no es una ideología, no es de izquierda ni de derecha. Es el ejercicio ilimitado del poder por medios violentos cooptando organizaciones de la sociedad civil para instrumentalizarlas en nombre de un estado sacralizado, encabezado por un caudillo así mismo sagrado, conductor del pueblo -los que apoyan y obedecen a ese estado y a su caudillo- hacia un destino maravilloso, enfrentando a un enemigo en una lucha que puede prolongarse mucho tiempo.
Es José Julián Martí Pérez, ese político cubano, abogado, filósofo y literato, quien grafica de forma plena lo que busco escribir: “Los pueblos, como los hombres, no se curan del mal que les roe el hueso con mejunjes de última hora, ni con parches que les muden el color de la piel. A la sangre hay que ir, para que se cure la llaga. O se mete la mano en lo verdadero, y se le quema el hueso al mal, o es la cura impotente, que apenas remienda el dolor de un día, y luego deja suelta la desesperación […].
Es José Julián Martí Pérez, ese político cubano, abogado, filósofo y literato, quien grafica de forma plena lo que busco escribir: “Los pueblos, como los hombres, no se curan del mal que les roe el hueso con mejunjes de última hora, ni con parches que les muden el color de la piel. A la sangre hay que ir, para que se cure la llaga. O se mete la mano en lo verdadero, y se le quema el hueso al mal, o es la cura impotente, que apenas remienda el dolor de un día, y luego deja suelta la desesperación […].